“Crea fama y échate a dormir”, dice el conocido refrán. Y es que el prestigio puede llegar a
tener un valor incalculable. Un médico sin buenos antecedentes difícilmente tendrá
pacientes nuevos; un arquitecto sin buen nombre contará con pocos proyectos a
desarrollar. Lo mismo aplica para países, economías y monedas.
Estas últimas, aunque autónomas e independientes la mayoría, se contaminan de la buena
o mala reputación de sus gobiernos. La imagen del líder permea en toda la organización,
sobre todo cuando las instituciones son débiles.
Por ejemplo, difícilmente me animaría a comprar un solo bolívar venezolano como
estrategia de inversión, así me lo ofrezcan a precio de ganga. Las decisiones dictatoriales
del régimen devaluaron casi 1.7 millones por ciento su moneda el año pasado. Hoy, con
un peso mexicano pueden comprarse 12 mil 788 bolívares.
Maduro culpa a Estados Unidos de la profunda crisis que vive su país. Pero eso no le
impide a Venezuela seguir exportando petróleo hacia nuestro vecino del norte, a pesar de
las sanciones impuestas a su petrolera por el gobierno de Trump, para poder seguir
recibiendo valiosos dólares norteamericanos, y no devaluados bolívares.
Cuando el Estado Islámico irrumpió en Siria e Irak, además de los genocidios trató de
eliminar todos los símbolos occidentales y culturales presentes, destruyendo desde
estatuas y activos arqueológicos, hasta instituciones completas. Pero cuando en los
bancos encontraron dólares, en vez de quemar esos símbolos del imperialismo
norteamericano no tuvieron empacho en llevárselos y enriquecer sus arcas.
De la misma forma, la Cuba de los Castro siempre señaló al capitalismo yanqui como la
causa de todos sus males. El régimen surgido hace seis décadas se diseñó como una
antítesis de los valores estadounidenses. Sin embargo, desde entonces la Isla recibe con
beneplácito los dólares que anualmente llegan por concepto de remesas y turismo, motor
de su economía. De hecho, el Peso Convertible Cubano (CUC) está indexado al dólar.
Como sabemos, los billetes son pedazos de papel sin valor intrínseco, sostenidos por la
confianza. Y en ese caso, incluso los enemigos y detractores de Estados Unidos, y a pesar
de lo heterodoxo del gobierno de Trump y lo abultado de sus déficits comercial y fiscal,
siguen apostando a la divisa verde y a la racionalidad de la Fed, su banca central.
La confianza en el dólar prevalecerá a pesar del esfuerzo de chinos y rusos por fortalecer
sus yuanes y rublos, pues está forjada con base en la solidez de las instituciones, y no en
las ocurrencias de caudillos o dictadores.

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