Las hembras tienen unas estructuras similares a un pene con las que se aferran al macho, para evitar que escape durante el proceso de inseminación, que puede durar hasta 70 horas.
Una de las primeras cosas que aprendemos sobre los seres vivos cuando somos pequeños es que todos ellos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Aunque esta máxima de la biología puede ser discutible en algunos casos, lo cierto es que todas estas funciones vitales son de gran importancia para cualquier organismo, de ahí que todos evolucionen hasta alcanzar en ellas la máxima eficiencia posible. Y si para ello se tienen que cambiar las tornas en el reparto de órganos sexuales, se cambian.
Un coito algo más largo de lo normal
Los insectos que presentan esta peculiaridad en el reparto de órganos sexuales pertenecen al orden de los psocópteros, conocidos también como piojos de los libros.
Dentro de este orden se encuentra el género Neotrogla, típico de las cuevas brasileñas, cuyas hembras poseen una especie de pene rígido, con una estructura en forma de globo hinchable en su extremo. Similar es el caso del género Afrotrogla, cuyas hembras cuentan también con este tipo de estructura, aunque su apariencia no es la misma, ya que sus extremos tienen los bordes endurecidos. En ninguno de los casos se puede decir con corrección que este órgano sea un pene, ya que el nombre correcto de esta estructura es ginosoma. Sin embargo, su función es muy similar a la del pene de los machos. De hecho, existen otras especies, como la hiena manchada, que cuentan con un clítoris especialmente desarrollado, de apariencia fálica, pero no se utiliza durante el coito, como ocurre con estos insectos.
Algo que también llamó la atención de los autores del estudio es que algunos géneros de insectos dentro del orden de los psocópteros, a pesar de tener una apariencia muy cercana a la de estos, presentan los órganos sexuales típicos de cada sexo. ¿A qué puede deberse esto? Para responder a esta pregunta, el primer paso es comprender la función que tienen el ginosoma en las hembras.
Durante el acto sexual, las hembras usan el gancho para fijarse al macho y conseguir que les traspase su semen. De este modo consiguen que no se escape durante el proceso, que puede durar entre 40 y 70 horas. Solo un poquito más que en el caso de los humanos. Ahora bien, ¿por qué querrían escapar los machos de un coito de casi tres días?
Por inesperado que parezca, la respuesta está en su hábitat. Tanto los insectos del género Neotrogla, como los de Afrotrogla viven en cuevas muy oligotróficas. Esto quiere decir que cuentan con pocos nutrientes, por lo que las especies que viven en ellas deben competir por obtenerlos y ahorrar el máximo de energía posible. Este acto de tres días, durante los que el macho pasa sus espermatozoides a la hembra es claramente un proceso muy poco rentable energéticamente, de ahí que el macho quiera huir cuanto antes. Por eso, las hembras han evolucionado con esta estructura que les permite retenerlos hasta que su trabajo finaliza. Esto se confirma al comprobar que las especies que han conservado los órganos sexuales habituales no viven en este tipo de hábitats tan áridos y que otros insectos típicos de entornos aislados sí que cuentan con peculiaridades parecidas. Por lo tanto, este curioso cambio de papelesentre ambos sexos es el resultado de la insistencia de la hembra por aferrarse al macho durante horas para que la insemine. Puede parecer cruel, pero en realidad su único objetivo es la supervivencia de la especie. Siendo así, se les perdona.
Fuente: hipertextual.com







