Según sugieren un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina Stritch de la Universidad Loyola Chicago, emborracharse de forma compulsiva los fines de semana, algo muy frecuente entre los adolescentes, puede producir alteraciones severas en el cerebro, pero esas alteraciones también pueden ser heredadas por los hijos que tengan esos adolescentes.

El estudio para evaluar los efectos de los atracones de alcohol en el cerebro de los descendientes se hizo un estudio con ratas. Los genes presentes en el hipotálamo presentaba cambios moleculares que podían alterar los ‘interruptores’ de los genes cerebrales. El número de alteraciones moleculares en el ADN fue mayor en caso que ambos progenitores fueran ‘bebedores’.

Todavía no puede asegurarse que sucede lo mismo en el caso de los humanos, pero como señala Toni Pak:

Si bien es cierto que los hallazgos logrados con un modelo animal no tienen que extrapolarse necesariamente a los humanos, hay unas similitudes muy significativas entre este modelo animal y los humanos, caso de su metabolismo del alcohol, las funciones del hipotálamo y el patrón de ‘binge drinking’.