Desde su campaña, el presidente Trump escogió a los mexicanos como centro de sus
ataques. Condenó, y lo hace aún, la presencia de nuestros paisanos en su país, porque, a
su decir, únicamente llevan violencia y arrebatan fuentes de trabajo a sus ciudadanos.
Adicionalmente, le incomoda el déficit de su balanza comercial con México.
Por esas razones, Trump propuso fortalecer las fronteras y endurecer las políticas
migratorias, y mediante amenazas metaconstitucionales, argucias regulatorias y
estrategias fiscales, trató de incentivar el regreso de empresas norteamericanas instaladas
en México.
Cuando se dio cuenta que el déficit comercial con nuestra economía no era nada con
respecto al de China, 5 veces mayor y equivalente a dos terceras partes del total, decidió
apuntar sus obuses al gigante asiático y declararle una guerra comercial que ya comienza
a dejar sentir sus consecuencias en nuestra economía… ¡pero favorablemente!
Después de China, México es el principal proveedor de aparatos electrónicos, maquinaria
y equipo, muebles, luminarias y juguetes a Estados Unidos. En el caso de los plásticos, es
el tercero, superado únicamente por Canadá.
Las barreras arancelarias impuestas por Trump no sólo han hecho a nuestros productos
más atractivos, sino que ahora empresas chinas vienen a instalarse a México para
evadirlas. A cambio de traer inversión extranjera productiva, se benefician con nuestros
canales de exportación, nuestra ubicación estratégica y nuestra mano de obra
competitiva, dispuesta y cada vez mejor preparada.
En el 2018, las importaciones de Estados Unidos procedentes de México se incrementaron
10%, el mayor crecimiento en los últimos 7 años. Productos de piel, aluminio y acero,
fertilizantes, textiles, minerales y vehículos de pasajeros son los principales bienes dejados
de comprar a China y adquiridos ahora en México.
Y para mayor tragedia de Trump, sus políticas comerciales, además de beneficiarnos, no
han conseguido su objetivo. El déficit comercial estadounidense del año pasado fue el más
alto en la última década, y el que mantiene con China, aunque redujo su velocidad de
crecimiento, se incrementó 12%.
Cuando se pretenda limitar por decreto los cauces naturales de los mercados, siempre se
abrirán nuevos caminos y se reasignarán fuerzas, fortalezas y equilibrios. En este caso, la
ganadora es nuestra economía, de seguro un resultado inesperado para Trump. Definitivo:
“Nadie sabe para quién trabaja”.






