ENTREVISTA

Gana lingüista guerrerense Galardón

Mukira 2017 “Jóvenes que inspiran”

* Alejandra Mentado trabaja desde el 2010 con mujeres mè’phàà (tlapanecas) del municipio de Zapotitlán Tablas sobrevivientes de violencia familiar en una zona con alto índice de carencia

* Su objetivo es continuar trabajando para empoderar a las mujeres indígenas a través de talleres, capacitaciones y asesorías, y de lograr que alguna fundación apoye para crear una oficina en la comunidad de Ayotoxtla

Noé Ibáñez Martínez

La lingüista indígena guerrerense Alejandra Mentado Basilio obtuvo el Galardón Mukira 2017 “Jóvenes que inspiran” en la categoría de Igualdad de género que otorga la organización civil del mismo nombre a jóvenes que han destacado por su labor a favor de los derechos humanos, justicia e igualdad, prevención de la violencia, liderazgo y empoderamiento de jóvenes y cultura de la legalidad en el país.

El listado de ganadores 2017 dado a conocer hace unos días, destaca la labor de la joven originaria de Zapotitlán Tablas, de la región de la Montaña de Guerrero, quien conformó un grupo de mujeres mè’phàà (tlapanecas) sobrevivientes de violencia familiar en una zona con alto índice de carencia. El grupo trabaja para empoderar a las mujeres y ha logrado generar un espacio donde las mismas mujeres realizan gestiones para sus reuniones, talleres, capacitaciones e impulsan al ejercicio de los derechos de las mujeres indígenas.

Alejandra y el grupo enfrentan muchos obstáculos, por el contexto de inseguridad y doble discriminación al ser mujeres indígenas en un país machista y racista. Las creencias estereotipadas sobre el rol de las mujeres ha sido un reto que Alejandra enfrenta y que limita la participación de otras mujeres porque se les prohíbe la participación colectiva, familiar y comunitaria.

Pese a que su proyecto no cuenta con financiamiento económico para realizar las actividades y seguir dando seguimiento los casos individuales que se atienden, Alejandra trabaja para generar una comunidad de mujeres organizadas, a pesar de ser víctimas de violencia, y de que muchas no hablan ni han ido a la escuela. Ha logrado brindar una alternativa a las mujeres a través del acompañamiento directo para conocer y hacer valer sus derechos, cultivar su confianza, autoestima y fortalecer habilidades de comunicación y negociación.

Varias víctimas integrantes del grupo han tenido que enfrentar la cultura patriarcal de las familias para tomar decisiones autónomas y hacer valer su derecho a la participación, lo que significa un cambio radical de paradigmas, así como su transformación de víctimas a mujeres valientes, luchadoras y defensoras de los derechos humanos.

Mukira es una organización sin fines de lucro que trabaja con jóvenes y mujeres para mejorar su calidad de vida y su acceso a la justicia. El año pasado, seleccionó una serie de trabajos y otorgó el galardón a nueve jóvenes de diversos estados del país, entre ellos, Alejandra, quien trabaja con mujeres mè’phàà de la región Montaña.

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En entrevista con Alejandra, quien amablemente accedió a ampliarnos información sobre su proyecto, comentó sobre el inicio de sus actividades y las razones que la llevaron a trabajar con mujeres mè’phàà de su comunidad.

—¿Cómo nace la idea de apoyar o empoderar a las mujeres indígenas?

—Desde que era niña pasé varias condiciones y es más complicado sobre todo para las mujeres, ya que para nosotras sólo hay dos caminos: casarse y seguir con los mismos estereotipos o tener la oportunidad de estudiar. Tuve la fortuna de tener unos padres que me ayudaron a estudiar. Siempre fue mi inquietud de poder ayudar, desde el año 2006 comencé contribuir en alfabetizar a las mujeres y me di cuenta que ellas son muy inteligentes y en su niñez soñaron con ir a la escuela, desde ahí noté que era necesario brindarles las herramientas, sobre la escritura-lectura. Al terminar al Colegio de Bachilleres en el plantel 10-A en Zapotitlán Tablas, me fui a estudiar en la nueva Licenciatura en Desarrollo Comunitario Integral UPN-Unidad 12 de Tlapa de Comonfort, que trabaja directamente a partir de las necesidades de las comunidades originarias, y el compromiso es regresar a ellas para trabajar con la gente y así fue. Como proyecto para mi titulación fue en realizar un diagnóstico comunitario en la comunidad de Ayotoxtla, municipio de Zapotitlán Tablas, quise regresar a la comunidad de mi mamá.

—¿Qué acciones y actividades llevan a cabo o cómo trabajan con las mujeres de la comunidad?

—Hace poco logramos el apoyo de Fondo Semillas, una organización feminista que trabaja para mejorar la vida de las mujeres en México, que tengan acceso a la salud, al trabajo digno, a tomar sus propias decisiones, a la justicia y a la felicidad, y estamos trabajando en eso, capacitaciones, intercambio de experiencias, talleres, etcétera. Nos dimos cuenta que no basta con capacitaciones o talleres sino profundizar la problemática. El reto es lograr generar empleos para las mujeres como una forma de generar ingresos para sus necesidades básicas. De esta manera, las mujeres se van empoderando poco a poco, reconociendo y aceptando quiénes son y qué saben hacer.

—¿Cuántas mujeres están participando?

—Al iniciar, en 2010, fuimos cinco mujeres y ahora conformamos 16. En el grupo participan niños y niñas desde 10 años hasta 85 años de edad. Algunas compañeras no saben leer ni escribir pero son muy sabias. Por el momento nos nombramos como Mujeres Mè’phàà.

—¿Cómo perciben las mujeres éstas actividades o cómo les explican ustedes que se tienen que empoderar?

—Es un reto complicado, tan sólo de usar la palabra “empoderamiento”, nosotras nos consideramos un grupo único, sensible y que sabe escuchar y proporcionar confianza. No podemos hablar de empoderamiento cuando hay dolor, sufrimiento, por eso trabajamos sobre el arte y la medicina tradicional, trabajo con la tierra. El arte está enfocado sobre el tejido y el bordado. Desde ahí uno comienza a diseñar su propia vida, reflejado una vida diferente. En la comunidad casi en su mayoría de las mujeres tejen servilletas.

—Después de algunos años de trabajar en esta comunidad, ¿qué resultados han obtenido?

—Hemos logrado formar mujeres que por muchos años no han podido participar o dar un límite en sus casas, ahora las veo mujeres capaces y dispuestas. Son pocas mujeres pero me siento muy orgullosa ser parte de ellas, y que ahora tenemos un sueño en conjunto.

—¿Cuál es la meta que tienen a corto o mediano plazo?

—El corto plazo es abrir la oficina en la comunidad de Ayotoxtla y, a largo plazo, generar empleos para las mujeres y la gente. Tengo también un proyecto sobre la construcción de la biblioteca comunitaria en Ahuixotitla, Zapotitlán Tablas, pero hasta ahora no logro encontrar una fundación que nos pueda ayudar. Esto me preocupa porque desde el año 2015 comencé traer los libros desde la Ciudad de México y hasta ahora no logro culminar, lo veo necesario porque las comunidades no tienen bibliotecas o un espacio dónde se pueda consultar. Tengo otro proyecto sobre la lengua, también es preocupante, porque algunos están dejando de hablar. Mi propósito de este año es encontrar fundaciones quienes nos puedan ayudar con financiamiento para lograr nuestros objetivos con las comunidades.

—¿Ustedes han solicitado apoyo de alguna dependencia de gobierno?

—Del gobierno hasta ahora no, sólo con Fondo Semillas que nos ha abierto la oportunidad para trabajar a nuestra comunidad. También la organización Mukira que nos ha brindado asesoría. Quiero decir que este proyecto se está dando porque gracias a las guerreras que forman parte del equipo de nuestro grupo, pero también gracias por la confianza que me han tenido y creer en mí. Yo tengo muy bien centrado mi objetivo. También gracias a mis padres, hermanos y hermana.

—¿Qué crees tú que les hace falta a programas oficiales para lograr estos resultados que tu haz logrado?

—Primero es que se tienen que trabajar las necesidades de las comunidades directamente y seguir dando acompañamiento porque es un proceso largo. Que las personas se involucren y que sean ellas que digan lo que realmente necesitan. Pero la mayoría de los proyectos no son sustentables. No se trata de regalar sino generar.

—En ese sentido, ¿consideras que la política social o los programas oficiales están mal enfocados?

—Falta ser sensibles a la realidad, tienen lentes oscuros porque no conocen los contextos de vida de los pueblos, no es lo mismo vivir con ellos, estar con ellos, hablar con ellos, comer y dormir. En contexto donde 1 peso tiene un valor inmenso para la vida. Los programas necesitan especialistas con enfoque a las necesidades de los pueblos originarios de acuerdo las problemáticas que están pasando: salud, educación, economía, agricultura y otros.

—Como mujer, ¿cómo te sientes al poner un granito de arena para sacar adelante a las mujeres indígenas?

—Me siento muy orgullosa porque yo conozco las condiciones de vida que enfrentamos como mujeres y como comunidades, por eso regrese a mí municipio y a mí comunidad, Aquí es donde se necesita profesionistas capaces a trabajar directamente con las problemas que enfrentamos. Yo digo que debemos trabajar por nuestros derechos como personas y sin distinguir, seamos mujeres, hombres, pueblos originarios o no. Somos humanos. También me siento orgullosa de ser quien soy, una mujer mè’phàà con capacidad de saber escuchar y estar con la gente.

—Además, te preparaste para eso. Cuéntame de tu formación académica.

—Soy especialista, tengo un posgrado en Lingüística Indoamericana en el CIESAS, fui becaria del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (Conacyt). Actualmente soy lingüista y especialista en lenguas originaria. He dado conferencias, talleres a los profesionistas, estudiantes y a las comunidades originarias.

—¿Qué tan complicado fue para ti estudiar y lograr salir adelante académicamente?

—Súper complicado, comenzando con la educación. En las comunidades hay pocas condiciones y haciendo una comparación, los contextos son diferentes. A mí sí me hubiera gustaría que mi formación académica cuando era niña hubiese sido diferente, recuerdo que cuando iba a la universidad no sabía ni usar la computadora. Las críticas siempre hay, ahora que ya tengo mi profesión ahora viene la presión social, cuándo me voy a casa porque ya soy grande y donde vengo hay niñas que se casan a las 12 años, algunas tuvieron la oportunidad de terminar su primaria y otras no. Veo mis excompañeras, a mí edad con cinco hijos o seis, pero ellas ya parecen de 35 o 40 años. Sus condiciones de vida son muy fuertes. Por esa razón, me inspira más en trabajar en mi comunidad, sobre todo veo a las niñas, me recuerdan a mí.

—¿Qué significa para ti que una organización como Mukira reconozca tu trabajo?

—Es un ritual para nosotras, quiero decir que este trabajo no es sólo mío sino de todas las que formamos el grupo. Yo reconozco el interés, el compromiso de cada una de nosotras que estamos trabajando en este proceso tan fuerte. Por esa razón quisiera reiterar que el premio es de todas, y toda la gente que está trabajando con nosotras en diferentes parte como en la Ciudad de México. Ahora tengo las herramientas necesarias para trabajar y si nos las tengo, las busco. Pero gracias en las instituciones educativas que me formaron.

—¿Algo más que consideres importante agregar?

—Quiero recalcar como seres humanos, todas y todos tengamos las mismas oportunidades. Tener una vida digna y una economía estable. Poder contribuir en una transformación en la vida de las comunidades, sobre todo de las mujeres y niñas.