Juan Manuel Frausto Aguayo
Agencia Reforma
GUADALAJARA, Jalisco 13-Jan-2024 .-Para María de Jesús González Valenzuela, una de las mujeres hermanas conocidas como «Las Poquianchis» su negocio sufrió una «salación».
En 1958, cuando las finanzas en «La Barca de Oro» tenían viento a favor, llegaron dos jovencitas procedentes de Ciudad Juárez y buscaron trabajo. María de Jesús vio que eran de una balleza particular y decidió reclutarlas.
De acuerdo con el libro de Elisa Robledo, «Yo, La Poquianchis: por Dios que así fue», la misma noche en que llegaron fueron contratadas por clientes que les pagaron en dólares por sostener relaciones lésbicas.
La dueña observó lo que pasaba y su formación religiosa le llevó a pensar que eso traería mala suerte al negocio.
Otro episodio que tomó como mal augurio fue la visita de un sacerdote y su sacristán, quienes pagaron los servicios con morralla.
A partir de ahí comenzaron los problemas.
Aunque las hermanas estaban acostumbradas a lidiar con multas, clausuras, contratos, permisos y demandas, en 1962 se enfrentaron con un cambio de Gobierno en Guanajuato y las nuevas autoridades impulsaron una ley que prohibía las casas de citas.
«El Poquianchis» fue clausurado y María de Jesús decidió mudar sus actividades a Lagos de Moreno.
Fue ahí donde, de la mano de su hermana Delfina, quien operaba el «Guadalajara de Noche», se estableció de nuevo, aprovechando que los burdeles en Jalisco aún gozaban de tolerancia.
Las hermanas lidiaban con los problemas de siempre, pero el 21 de abril de 1963 tuvieron un nuevo altercado que alteró por completo sus planes.
Según registros periodísticos, ese día fue asesinado a balazos Ramón Torres, «El Tepocate», hijo de Delfina.
Ella, al enterarse de lo ocurrido, tomó un fusil que guardaba en su negocio y comenzó a hacer disparos.
Aunque el pleito no fue en la casa de citas, las autoridades clausuraron el «Guadalajara de Noche».
Con los negocios cerrados y los recursos limitados, «Las Poquianchis» trasladaron a las mujeres al Rancho San Ángel, en San Francisco del Rincón, en Guanajuato.
Su intención era esperar mejores tiempos para el negocio, pero toda su red se vino abajo.
Como mantenían a las «pupilas» encerradas en el rancho y las alimentaban sólo con frijoles y agua, su estado de salud era malo.
El 12 de enero de 1964, una de las jóvenes, escapó y denunció los malos tratos que sufrían de parte de «Las Poquianchis».
Otra versión apunta a que autoridades de Guanajuato las encontraron al atender denuncias de personas desaparecidas.
En la propiedad fueron localizadas 15 mujeres de entre 15 y 35 años, así como tres niños de entre 5 y 7.
Medios de la época manejaron versiones distintas sobre lo ocurrido en el Rancho San Ángel.
Algunos asentaron que había un cementerio clandestino en ésta y otras casas de «Las Poquianchis», donde habían sepultado los restos de 91 mujeres y niños.
Otros difundieron que algunas víctimas habían sido quemadas y que otras fueron tiradas en carreteras cercanas.
Incluso se esparció el rumor de que conservaban en botellas algunos fetos, producto de abortos clandestinos realizados a las jóvenes. Algunas de las víctimas rescatadas acusaron tratos crueles y tortura.
Delfina y María de Jesús fueron detenidas y enviadas a la prisión de Celaya, acusadas de lenocinio, homicidio, secuestro y asociación delictuosa.
Luisa, quien se había separado de sus hermanas por muchos años, se enteró de lo ocurrido y acudió a Guanajuato para aclarar que ella no tenía nada que ver, pero también fue arrestada.
Robledo hizo en su libro un recuento del caso y citó partes del expediente, en el que se asentó la muerte de tres mujeres, dos por desnutrición y una por quemaduras.
También se hablaba de varios fragmentos de osamentas de los cuales no se pudo precisar su origen.
Las hermanas fueron sentenciadas a 40 años de prisión, la pena máxima de la época.
El 17 de octubre de 1978, a Delfina le cayó un balde de cemento en la cabeza, durante trabajos de remodelación en la prisión, y falleció días después.
Luisa perdió la razón y siguió en prisión junto con María de Jesús, quien en su testimonio ante Robledo negó por completo haber participado en algún homicidio. Según su versión, ambas murieron por enfermedades y fueron enterradas en un rancho.
Primera parte: Las Poquianchis, entre prostitución, trata y asesinatos.