Con esa alusiva palabra, la prestigiada revista inglesa “The Economist” tituló su más
reciente publicación. El cuerpo de la misma contiene una serie de artículos que hacen
referencia a las ideas económicas del presidente Trump, a sus propuestas y a los riesgos
que éstas conllevan. Un peligro latente no sólo para Estados Unidos, sino para todo el
mundo.
Pretende más empleos y mejor remunerados para los norteamericanos, empleos que,
según su obtuso entender, son sistemáticamente robados por los “aprovechados y
abusivos mexicanos”, tanto inmigrantes, legales o ilegales, o por quienes laboran en las
empresas norteamericanas instaladas en México.
Por ello, un Trump arrogante amenaza con levantarse de la mesa de negociación del
TLCAN y mandarlo todo al carajo, un Trump engreído insiste en la construcción de ese
ridículo muro, un Trump populista propone reducciones fiscales extremas para las
empresas que produzcan en tierras del Tío Sam y castigos draconianos para quienes lo
hagan desde el exterior.
Para complementar su utopía, un Trump ignorante propone una intensa reforma
desrregulatoria y una agresiva inversión en infraestructura. Su “lógica” simplemente
descarta que un modelo económico funciona si, cuando menos, está sustentado en
supuestos racionales y es congruente con las leyes económicas básicas.
Ni una ni la otra para este aprendiz de estadista.
No existe evidencia probatoria de su postulado de que el libre comercio juega
consistentemente en contra de Estados Unidos, como él afirma. De ser así, otra sería la
principal potencia económica del mundo. Los empleos en disputa son del sector
manufacturero y apenas representan 8.5% de la oferta laboral norteamericana.
Las empresas obligadas a quedarse allá invertirían mejor en automatizar sus plantas, en
lugar de gastar ocho veces más en mano de obra. Así de lógico.
No se necesita ser economista para darse cuenta que sus propuestas son antagónicas
entre sí e incompatibles a todas luces: ¿Más inversión pública con menos recaudación
fiscal y sin endeudamiento adicional? ¿Empresas más productivas con mayores costos
laborales? ¡Por favor!
Es imposible aspirar a conquistar el futuro regresando al pasado. No, al menos, en un
individuo con tres dedos de frente. Y el grandilocuente Trump está empeñado en
demostrar que no los tiene.