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Por: Sergio Arévalo
Cuando niño encontré en las afueras del Teatro de la Ciudad “Fernando Soler”  un hueco pequeño en donde había una comunidad de hormigas negras, lo curioso de esta comunidad es que tenían en su “huequito” un considerable número de monedas de diez centavos, tal vez estaban ahorrando para el invierno o para la devaluación del peso que después vendría, pero este es mi primer recuerdo en el que se encuentra la imagen del Teatro.
Años después acudí a diferentes eventos, graduaciones, conciertos, comparsas,  pero la primera obra de teatro que disfrute como gente “grande” (a lo largo y a lo ancho), fueron “12 hombres en pugna”, con esa obra me di cuenta de la dicha que es tener en el escenario a primeros actores como Ignacio López Tarso, y también lo triste que pudiera ser que el actor notara butacas vacías, tal vez al actor le sobraran  unos cincuenta años y le faltaran más músculos para que de  perdido por morbo, la gente asistiera. Nos hemos dado cuenta que personalidades como William Levy atrae al público, no tanto por contenido de la obra sino por el aspecto físico. 
Tiempo después me invitaron a la obra “14 formas de matar” en la que actuaban Saúl Martínez y Jesús Cervantes, lo que me llamó la atención fue que no sería en el escenario tradicional sino en el Teatro de Cámara, al llegar nos recibieron con nieve de limón, ¡comida y teatro!, qué más se puede pedir, la obra tenía sus áreas de oportunidad, pero el helado  y las actuaciones dejaron un buen sabor de boca, y así quedaría  mí primera visita al teatro de cámara.
Ahora, como la mítica Ave Fénix y bajo la protección de un hombre que cuida la obra arquitectónica  de Francisco Flores y a las musas que se encuentran dentro del recinto como si fueran sus hijas, Cornelio Cepeda, que en conjunto con las autoridades correspondientes dan una tercera llamada a un renacimiento del Teatro de Cámara, que dará cobijo a nuevas puestas escénicas siempre en busca de la calidad
Al Teatro, aquel que ha sido testigo de actos académicos, culturales y lúdicos con más de 35 años de pie  su Director Cornelio le da un “zarpazo de tigre” para que resurja,  sea cuna de nuevos talentos y testigo de la difusión de las artes, porque el teatro merece un escenario digno, donde los actores lloren emociones y los espectadores vivan a través de la puesta en escena.
Recuerdo las hormigas que encontré de niño, tal vez deberíamos de ser como ellas, no necesariamente acumular monedas de diez centavos, sino momentos irrepetibles disfrutando el teatro. Gocemos  de los  escenarios con los que contamos para la presentación de las diferentes disciplinas de las artes, démonos la oportunidad de disfrutar o sufrir (si lo quieren ver así) una puesta en escena, recordemos que ¡el arte no muerde!