Dos de los principales elementos distintivos de la sociedad actual tienen que ver, por un lado, con la importancia del conocimiento como el motor de todas las profesiones y del progreso de cualquier individuo; y a su vez, con la pérdida de identidad de los seres humanos con cualquier institución y grupo social.
Antes, no hace muchos años, había una etapa en la vida de las personas para estudiar y otra para desenvolverse laboralmente. Lo que se estudiaba y aprendía en la niñez y en la juventud servía para el resto de la existencia. Más aún, nadie cambiaba de profesión u oficio a mitad de su edad adulta. Hoy se precisa una educación, una formación a lo largo de toda la vida. Los conocimientos caducan, las personas corremos el riesgo de contar en el corto plazo con una formación obsoleta y quizá tengamos que cambiar de empleo.
Así mismo, es un hecho que antes había una amplia identificación de la gente con la iglesia, los partidos políticos, la institución educativa, los sindicatos y con la propia familia. Hoy todo es fragilidad, todo se desmorona.
Y bueno, esto último, es decir la falta de identidad de los seres humanos con determinados grupos sociales, en parte se debe a la incapacidad que han tenido dichos grupos formales a actualizarse y con ello a adaptarse al siglo XXI.
En el caso de los sindicatos, el tema de la formación permanente, profesional e ideológica de sus agremiados, se vuelve la única salida para enfrentar con fuerza a los poderosos adversarios de los derechos de los trabajadores y de la justicia laboral.
No son tiempos sencillos. Existen múltiples amenazas para la clase trabajadora. Las organizaciones sindicales se deben de transformar a profundidad. Los sindicatos tienen que ser más transparentes, conseguir una mayor cercanía con los agremiados y establecer múltiples estrategias de acción.
Los dirigentes deben estar cada día más preparados. Antes un dirigente podía con un par de gritos o una manifestación en la vía pública, avanzar en sus objetivos. Antes había una buena relación con las autoridades, más aún, los sindicatos eran parte del aparato gubernamental. Antes teníamos en el mundo un sistema político basado en un Estado Paternalista. Antes el cargo del dirigente traía consigo por sí solo y como por arte de magia, fuerza y poder. La realidad actual es más compleja.
Hoy en la sociedad de la información y del conocimiento no pueden los dirigentes sindicales carecer de los saberes indispensables para articular la defensa y la lucha laboral. Se vuelve permanente y prioritario el estudio de las leyes, de los principios y objetivos sindicales, de la transformación de la seguridad social, de las estrategias de lucha, de la comunicación con los agremiados y con la sociedad, en fin, de todos los temas que rodean la vida de los sindicatos y de sus agremiados.
Los dirigentes tienen que estar muy preparados, pero a la vez consientes de la importancia de incorporar a diversos especialistas y a todas las voces al interior de la organización para el debate, la discusión y la construcción de los proyectos de vida sindical.
Y si bien es importante la preparación de los dirigentes, hay que ir más allá, es necesario pensar en todos los agremiados. En el seno de cada sindicato se debe fomentar una formación sindical que genere un mayor nivel de conciencia gremial y con ello un mayor compromiso sindical.
De entrada, cada trabajador debe saber que el sindicato representa la mejor defensa de sus intereses. Por lo tanto, mientras más fuerte se encuentre su organización sindical mejores garantías tiene de una auténtica seguridad laboral. Y comprender que el sindicato somos todos y por ende que la lucha y la responsabilidad es de todos. En el debate y en la construcción de proyectos somos necesarios todos.
Son tiempos difíciles, son tiempos donde es indiscutible que la fortaleza se construye en el conocimiento, en una formación de todos y transita en la unidad gremial.
Los buenos sindicatos van a subsistir. No solo eso, sino que además se van a fortalecer y se mantendrán en la defensa y en la lucha laboral.
Y hoy en día, los buenos sindicatos son aquellos que le están apostando a la formación profesional e ideológica de sus dirigentes y sus agremiados.






