Elba Esther Gordillo Morales
nació en la ciudad de México el 6 de febrero de 1945, un año después del nacimiento
del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación que surgió oficialmente
el 15 de marzo de 1944 durante el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho.
El 23 de abril de 1989, dos meses y medio después de haber cumplido 44 años, la
profesora que prefiere que la llamen “maestra”
fue designada secretaria general del gremio al que sigue presidiendo hoy, más
de dos décadas después.
Los hechos que la llevaron al
poder no son diferentes de los que llenan cualquier otra historia de la
política nacional, particularmente de la política sindical.
Se encuentra, sin escarbar
demasiado, en la trayectoria de la lideresa que mantiene en un puño al
sindicato más poderoso de México y el mayor de América Latina con un millón 300
mil agremiados. Pero antes del poder hubo una dolorosa historia de infancia y
juventud.
DIFÍCIL PRINCIPIO
Elba Esther y su hermana
menor Martha Leticia fueron hijas del modesto agente de tránsito del Distrito
Federal Daniel Gordillo Pinto y de Estela Morales Ochoa, y nietas de Rubén
Morales Trujillo, próspero productor de aguardiente de caña en su finca de
Comitán, Chiapas.
Daniel y Estela se conocieron
y se enamoraron al comenzar los años cuarenta, durante una corta estancia de
ella en la ciudad de México.
Después de dos meses, la
joven provinciana regresó a la finca de Comitán y el joven capitalino la
alcanzó de inmediato para proponerle matrimonio, pero Rubén Morales no autorizó
la boda de su hija con el modesto trabajador.
Los novios huyeron entonces a
la capital del país y decidieron casarse y vivir allí. Era 1944.
Tuvieron dos hijas, pero en
1948, cuando Elba Esther tenía apenas tres años, el padre murió y la miseria se
asentó en el hogar.
Muy pronto le llegaron
noticias al empresario Morales Trujillo de la pobreza en que vivían su hija y
sus nietas huérfanas de padre. Viajó a la ciudad de México, las llevó consigo
de regreso a la finca de Chiapas y se hizo cargo de ellas.
Elba Esther ha recordado en
voz alta esos primeros años de infancia al lado del abuelo “duro
y frío aunque generoso”, y ha recordado también un día de abril de 1959 en
que se rebeló, a los catorce años de edad, contra el autoritarismo violento de
aquel macho chiapaneco, que en castigo por una travesura sin importancia de su
nieta mayor la golpeó con un fuete. La niña, como pudo, arrebató el fuete al
abuelo y le gritó: “¡Jamás me volverá usted a pegar!”
DE COMITÁN A NEZAHUALCÓYOTL
Después de ser golpeada por
el abuelo Rubén y de forcejear con él, Elba Esther se acercó a doña Estela, le
pidió que dejara de llorar y le dijo: “Madre, o esto o nos
vamos.”
Y sí, Elba, su hermana y su
madre abandonaron la próspera finca comiteca para ir a vivir en un vecindario
pobre de la misma población.
Para sostener el hogar en
Comitán, doña Estela trabajó como afanadora en un hospital pero sus ingresos
eran insuficientes. Así, Elba Esther comenzó a dar clases eventuales de
alfabetización en 1960 al tiempo que cursaba la educación secundaria. En 1963,
cuando apenas había cumplido 18 años, obtuvo su primera plaza como maestra de
primaria en una escuela rural.
Conoció entonces a Arturo
Montelongo Martínez, un profesor once años mayor que ella; se casó con él y
tuvo a su primera hija: María de la Cruz. Arturo enfermó de gravedad cuando
tenía 30 años y fue trasladado a la ciudad de México donde le trasplantaron un
riñón que le fue donado por la propia Elba Esther. La operación no tuvo éxito y
el profesor murió en 1965.
De inmediato, la joven viuda
decidió abandonar Comitán para probar suerte en Ciudad Nezahualcóyotl, un
municipio paupérrimo del Estado de México donde había trabajado su difunto
esposo y en el que vivían algunos familiares de él. Ahí consiguió dar clases en
una escuela primaria y comenzó una dura etapa en compañía de su hija, de su
hermana y de su madre.
Elba Esther, con 20 años de
edad, daba clases en Nezahualcóyotl y en las tardes se trasladaba al Distrito
Federal para trabajar, primero como recepcionista y tiempo después como mesera
del Hotel Plaza en el Paseo de la Reforma.
En esa ápoca los compañeros
de escuela de la activa y laboriosa profesora la comisionaron como gestora de
sus asuntos laborales en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
APRENDIZAJE SINDICAL
Entonces, sin abandonar la
actividad docente, Elba Esther se concentró en la gestoría sindical, de manera
que durante la década de los años sesenta tuvo un rápido aprendizaje de los
usos y costumbres del rudo sindicalismo magisterial.
En 1966, con escasos 21 años
de edad, la profesora comenzó a adentrarse en los oscuros laberintos del SNTE,
cuando el gremio vivía bajo el dominio del ingeniero Jesús Robles Martínez.
Al llegar 1969 Elba Esther
contrajo matrimonio por segunda ocasión, esa vez con el profesor Francisco
Arriola Urbina con quien procreó a Mónica Tzasna, su segunda y última hija
nacida en 1971. La unión se rompió en 1972, pero los profesores Arriola y
Gordillo conservaron la relación profesional, que mantienen hasta ahora.
En 1970 había tenido lugar un
encuentro crucial para ella porque entró en contacto con quien sería su
protector y mentor político: el profesor Carlos Jonguitud Barrios, que entonces
acumulaba poder en el SNTE como líder de una corriente interna llamada
Vanguardia Revolucionaria y esperaba su turno para encumbrarse.
Dos años más tarde, en 1972,
se produjo el venturoso giro del destino que cambiaría la vida de Elba Esther,
porque el presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) puso el SNTE en manos
de Carlos Jonguitud Barrios, y así dio fin al liderazgo de 23 años de Jesús
Robles Martínez, quien había sido designado en 1949 por el presidente Miguel
Alemán Valdés (1946-1952).
Así, Jonguitud comenzó a
ejercer el control caciquil del sindicato mediante un secretario general a su
servicio: Eloy Benavides Salinas.
En la historia del SNTE, los
caciques han sido depositarios del poder real —como
secretarios generales o con distinta denominación—,
mientras que otros “dirigentes” también llamados
secretarios generales lo han sido de modo formal y su escaso poder ha sido
irrelevante.
ASCENSO POLÍTICO
A partir de 1972 Elba Esther
inició su escalada sindical impulsada por Carlos Jonguitud, el cacique a quien
llamaba “El Señor” en tanto que él le
decía “La Flaquita”, y en 1973, al
cumplir 28 años, la profesora ya encabezaba la delegación del SNTE en Ciudad
Nezahualcóyotl.
Poco después, en 1977, cuando
tenía 32 años, la profesora Gordillo fue la primera mujer en alcanzar una
secretaría general: la de la Sección 36 del SNTE en el Valle de México.
Siempre tutelada por
Jonguitud, Elba estableció un férreo control en el territorio magisterial que
le tocó dirigir y demostró ser discípula aventajada de su maestro. Ella suele
decir en corto: “De él aprendí cosas buenas y malas…
pero las malas me han servido más.”
En 1979, con el apoyo cada
vez más amplio de Carlos Jonguitud, fue electa diputada federal por el distrito
26 de Ciudad Nezahualcóyotl.
Entonces terminaron las
apreturas económicas para la diputada y lideresa, porque sus ingresos como
legisladora y dirigente sindical le permitieron rentar para ella un
departamento en la calle Dickens de la céntrica colonia Polanco, y otro para su
madre y sus hijas en un conjunto habitacional ubicado al sur de la ciudad en el
cruce de las avenidas Copilco y Universidad.
En 1980 Jonguitud comenzó a
ubicarla en posiciones cercanas a la dirigencia del SNTE aunque en niveles
secundarios. Ella aprovechó las oportunidades y escaló distintos puestos cuya
importancia fue de menos a más.
Por fin, en 1983 su protector
le entregó el primer cargo sindical de relevancia: la Secretaría de Finanzas
del Comité Ejecutivo Nacional.
Luego, en 1985, a la edad de
40 años, Elba Esther consiguió su segunda diputación federal en la LIII
Legislatura, y en 1986 fue designada Secretaria de Organización del Partido
Revolucionario Institucional.
AÑOS CRUCIALES: 1987-88
El padrinazgo de Jonguitud
más la buena estrella y la astucia de Elba Esther, rindieron frutos y fue
elegida para dar respuesta el 1 de septiembre de 1987 al quinto informe de
gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988). El demagógico pero
apasionado discurso de la diputada llamó la atención del presidente de la
República, pero también —lo que sería más útil para ella—
la del secretario de Programación y Presupuesto Carlos Salinas de Gortari.
El año siguiente, 1988, no
fue bueno para la profesora Gordillo en el SNTE, porque Carlos Jonguitud la
alejó de las decisiones fundamentales del gremio, por celos políticos que luego
demostrarían estar bien fundados, y la sometió al castigo de poner distancia
entre ella y el círculo dirigente.
La relación de Elba con Jonguitud
se dañó de manera irremediable, pero la profesora había comenzado a cultivar
otra relación política que muy pronto le resultaría de mayor provecho: la de
Manuel Camacho Solís, uno de los personajes centrales del que sería nuevo
gobierno federal a partir del 1 de diciembre de 1988.
Al comenzar el sexenio del
presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Manuel Camacho Solís asumió
la jefatura del Departamento del Distrito Federal y designó a su nueva aliada
Elba Esther Gordillo titular de la Delegación Gustavo A. Madero de la ciudad de
México.
Casi en paralelo al
crecimiento político de Elba Esther se había producido el surgimiento de una
poderosa organización de maestros disidentes del SNTE: la Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación, CNTE, creada el 18 de diciembre de 1979 y que
habría de ser, diez años después, uno de los factores fundamentales para
provocar la caída del líder Carlos Jonguitud Barrios y la llegada de la
profesora a la cúspide del poder sindical.
CREPÚSCULO DEL CACIQUE
El año 1988 fue una pesadilla
para Carlos Jonguitud. Las campañas electorales de los candidatos
presidenciales estaban en marcha y la disidencia magisterial agrupada en la
CNTE se manifestaba en apoyo del abanderado de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano.
Pero eso no fue todo. También
los miembros del SNTE —supuestamente controlados por Jonguitud—
expresaban su repudio al candidato del PRI Carlos Salinas de Gortari en actos
multitudinarios, particularmente el 23 de junio de 1988 en el Palacio de los
Deportes de la ciudad de México, donde el discurso salinista fue interrumpido
con gritos de: ¡Viva Cárdenas!
Salinas culpó al cacique por
ese y otros incidentes similares, que revelaban la malquerencia de los maestros
hacia su candidatura.
Lo peor vino después, cuando
Salinas ya despachaba en la residencia oficial de Los Pinos. El rencor político
del presidente contra Jonguitud se exacerbó a principios de 1989 porque el
líder del SNTE no pudo controlar la rebelión de la CNTE, que a partir del 15 de
febrero de ese año jugó sus cartas más contundentes para exterminar al cacique.
En esa fecha, los adversarios de Jonguitud iniciaron paros escalonados de
labores en todo el país con tres exigencias: aumento salarial del 100 por
ciento, renuncia del dirigente y democratización del sindicato.
El 12 de marzo de 1989, la
CNTE anunció en una asamblea en la ciudad de México que la falta de solución a
sus demandas provocaría la huelga nacional del magisterio a partir del lunes 17
de abril. No hubo respuesta y el paro general comenzó el día anunciado. Para el
miércoles 19 habían interrumpido sus labores todas las escuelas de educación
básica de la República.
La situación hizo crisis y
Carlos Salinas de Gortari decidió desencadenar los acontecimientos para
eliminar a Carlos Jonguitud Barrios.
FULMINANTE OPERACIÓN POLÍTICA
El sábado 22 el presidente
Salinas se reunió con el secretario de Gobernación Fernando Gutiérrez Barrios,
el secretario de Educación Pública Manuel Bartlett Díaz, y el jefe del
Departamento del Distrito Federal Manuel Camacho Solís, y decidió cumplir de
inmediato dos de las tres demandas de la disidencia de la CNTE: la renuncia del
cacique y la supuesta democratización sindical, y además hacer a los paristas
el ofrecimiento gubernamental de iniciar negociaciones para acordar el aumento
salarial.   
La mañana del domingo 23 de
abril de 1989 Carlos Salinas convocó a su oficina a Carlos Jonguitud Barrios
para informarle que su época había concluido. Fue el secretario de Educación
Pública el encargado de acompañar al dirigente en agonía política al despacho
presidencial.
Al mediodía, Gutiérrez
Barrios y Bartlett Díaz se aseguraron de que los dirigentes del SNTE en los
estados no movilizaran a los maestros para apoyar al líder en desgracia.
Por la tarde, Camacho Solís
se reunió con Elba Esther Gordillo Morales —su nueva amiga y
aliada—, le transmitió las instrucciones que por su conducto
le enviaba el presidente de la República y la acompañó a Los Pinos para que se
entrevistara con él.
Todo en una fulminante
operación política realizada en el transcurso del mismo día.
La previa ruptura de
Jonguitud con la profesora permitió que el presidente Salinas le entregara el
SNTE sin que sus miembros la vieran como heredera del cacique defenestrado.
Por su parte, los dirigentes
de la CNTE vieron con recelo el ascenso de la lideresa pero no pudieron
impedirlo. Desde entonces, la disidencia magisterial ha estado en guerra de
paros y movilizaciones en contra del gobierno y de Elba Esther, pero en todos
los casos esas protestas  fortalecieron
el poder de la profesora.
Elba Esther ha sido
aprendida; solo nos resta ver como se desenlazará esta operación, que sin duda;
ha sido llevada acabo con el absoluto poder del Estado dirigido por Enrique
Peña Nieto. Y como unica reflexión: «Nadie le gana al poder que ejerce el
Estado y las lealtades son efímeras».

Sergio Soto Azúa
yorsergiosoto@gmail.com
Twitter @SergioSotoAzua