La mayoría de los chefs que nos graduamos ya hace
tiempo de la escuela de gastronomía, creemos saberlo todo, y con todo me
refiero a la extensión completa de la palabra, tal como un Centurión dirigiendo
su ejército en batalla, criticando, aplastando 
y devorando a cuanta persona se nos atraviese de frente.
Decía mi abuela:  
“Daria todo lo que se, por la mitad de lo que ignoro” si bien la frase
era de Rene Descartes, mi abuela la hizo propia durante toda su vida…
Recuerdo mi estancia en San Diego Ca. Me fui por
que no sabía que quería estudiar, a los 17 años uno no está muy seguro de que
querer estudiar, o por lo menos eso me sucedía a mí.
Al llegar en busca de trabajo en un restaurante  finísimo y un tanto caro, en el centro de San
Diego, me encuentro con la sorpresa de que me buscaban a mí… Así es, buscaban a
un cocinero inexperto y para ser desarrollado como chef de brigada.
Mis primeros meses fueron un dolor de cabeza,
entre caídas, quemaduras, gritos y estrés, pensé que el chef me despediría al
instante pero no fue así, tuvo paciencia conmigo y mucha humildad para enseñarme.
Ahora que han pasado los años y me toca a mí
enseñar a otros, les digo que lo primero ante todo es esa valiosa palabra “La
humildad” y jamás ser arrogantes ni condescendientes ante los demás.
La vida de un chef no es fácil, sin embargo es muy apasionada, sincera y pacífica
en el sentido espiritual.        
A todos los nuevos aspirantes a chefs, les deseo
un excelente futuro lleno de éxitos y jamás pierdan la pasión en lo que hacen
día a día.
Su más humilde servidor y amigo.
                     Chef. Rafael Terrazas