Un policía que estaba dentro de una garita de seguridad en
Nuevo París, abordó a una vecina preguntándole a la señora si tenía un gato. Al
recibir como respuesta que en efecto es dueña de una gata siamesa, el agente le
aseguró que minutos antes alguien se había acercado a la reja perimetral de su
casa y se la había llevado.
Tras comprobar que su mascota había sido secuestrada, la
mujer comenzó a increparle al agente no haber intervenido para evitarlo. Él le
ofreció llamar al 911 y avisar que el ladrón había huido hacia un baldío
cercano.
El policía llamó al número para emergencias y, minutos
después, dos patrulleros llegaron al lugar con las sirenas prendidas y la
intención de capturar al ladrón y rescatar al gato. Los vehículos se detuvieron
frente a la casa de donde la gata fue «secuestrada» y los agentes,
armas en mano, entraron al baldío, según contó a EL PAÍS Digital el dueño del
animal.
Enseguida, los agentes regresaron asegurando que habían
encontrado a un hombre «sentado fumando pasta base con una mochila colgada
al hombro» con el cierre abierto y, desde allí, «asomando la cabeza
de la gata».
 El dueño del animal contó a EL PAÍS digital que suele ser
víctima de robos. «En la zona hay robos de todo tipo. Robos de desventaja.
Me han llegado a robar macetas de plástico. Caños del aire acondicionado. Sufrí
hasta tres robos en tres días», relató y aseguró que en la mayoría de las
oportunidades la Policía no llegó tras respectivos llamados.
A pesar de que en un principio afirmó «no sé qué me
indigna más, si que me roben el gato o todo el despliegue que armaron»
para recuperarlo, más tarde indicó a EL PÁIS digital: «Me parece bárbaro
cómo actuaron. Antes la garita de la esquina estaba vacía. Le habían robado
hasta la puerta. Tal vez ahora (las autoridades) están empezando a hacer las
cosas de una manera distinta. Mejor».
«Lo que más me llama la atención es qué podía llegar a
hacer esa persona con el gato. No lo entiendo», afirmó entre risas.
Fuente: El País