Acteal, tantos pocos años

Quince ciclos hace
Aunque
De tan hórridas las horas
Pareciese que dejaron su impresión
En el instante apenas expirado
Murió
Un pueblo
Con todo y alma
Unos tzotziles tan tiernos
Que todavía no les sabía la vida
Y otros
Que de tan viejos
Andaban por despedirse y
Se les contaban los momentos
(Mas
Aún andaban en ésas
Y no había por qué
Apurarles los tragos)
Los débiles
Presas fáciles luego se antojan
Para el monigote
Para el carroñero
Que goza del dolor que no es suyo
Porque el propio
Hace mucho que le sabe a mera agua
Éstos asesinos
Los demonios
Los Máscara Roja
Un ciento
(O eso pareció
Por tantos)
Acecharon
Entre matas y árboles viejos
Lacandones padres de selva
En tornado
Y se fueron
Sobre los ensimismados
Sobre los calmos
Los espirituales
De Las Abejas
Y les apuraron la muerte
La mala muerte
De bala ancha
La selva de cuerpos
Supinos
Muertos de tajo
Muertos apenas
Los demás en suspenso
Gemebundos
Cuarenta
Y cinco
Cuarenta
Y cinco
Ternuras de escasos años
Yacientes
Mujeres
Yacientes
Ancianos
Yacientes
Hombres
Yacientes
Ellas…
Ellos…
Siguen apretándose las heridas
Para que no se les salga la vida
            O al menos no tan
pronto
¿Y…?
¿… Qué de la autoridad?
¿… Qué de los sordos de oficio?
¿… Qué de los gendarmes comprados
Que permitieron que
La sangre sin culpa
El barro arroyara?
¡Qué?
¿Nada saben del todo
(Aunque lo sepan todo)?
Próximos
Inmóviles
Sus ojos
Se les hicieron de hormiga
Sus oídos
Tapones alumbraron de
Cerumen mezquino
«¡Bienaventurados
Esos ojos,
Esos oídos,
Permeados a las tragedias
Que
Los corpóreos,
Que sin alzar la mirada
Andan por el camino,
No pueden dejar
De oír
O de ver!»
Hoy
Este día
Este mero día
Peor muerte padecen los vivos
¡Ah, ironía dónde contenida!
Verdad
Verdad
Los tales
Que sufrieron la desdicha
De seguir en vida
Padecen de los minutos despanzurrados…
De la memoria que siempre huella…
De la sombra que ya no amanece…
De la risa que de tanto despedirse no se va nunca…
De tal suerte
(Trágica suerte)
Las Abejas
No hacen por ocultar su tristeza
(Asaz recóndita tristeza)
U ora quizás
Aunque ellos
            Los débiles
Quisieran
            Por más que lo
quisieran
No podrían
En sus adentros transparentes
Sumergirla
Porque hay tristezas
Que de tan recónditas parecen desfondadas…
Que de tan dilatadas
Como casas de rezos
Lucen
Y por ende
A Las Abejas,
A los justos,
A los que jamás han aprendido
            Ni aprenderán
A venerar a colosos de sitial…,
Aunque tratara de hacérseles ovillo dentro
Para contraerse,
La gran tristeza en letargo
Y sin embargo latente
En aquellas miradas
Nunca dejará de asomarse.























Sergio Cervantes