En la primera (y única) obra de teatro en la que participé llamada “Soñé que nacía” uno de los personajes fue  perro… con la cara morada. Mi padre compró el maquillaje y al ver que  el reverso del embace se veía oscuro dijo “es este”, en el estreno al maquillarme termine siendo un perro negro con problemas de respiración…y es que aparte mis enormes cachetes daban un efecto más caricaturesco al asunto, al Director de la obra claro que no le gustó para nada el descuido, pero fue una de las varias anécdotas que vivimos juntos. 
Natividad Molina fue mi Director de Teatro en un grupo llamado “Integración” el cual estaba conformado por jóvenes estudiantes de secundaria y preparatoria, lo peculiar del grupo es que participaban  personas con discapacidad, lo cual le enseñaba a los miembros de la misma agrupación la igualdad, tolerancia pero sobre todo: trabajo en equipo. Una tarea más que loable de Molina, el cual me sacó más de una cana por sus exigencias, pero sé que yo le saque casi todo un peluquín, recientemente partió de este mundo, dejando un gran vacío  en la comunidad artística, educativa y familiar.

 Nati era un hombre muy exigente, bastante creativo pero sobre todo tenía una sensibilidad que nunca dejaré de admirarle.  Fue de las primeras personas que me mencionó que nunca dejara de sorprenderme de todo aquello que nos rodea, y es que el mundo en ocasiones nos pareciera tan loco y denso por tantas noticias en las que se ve involucrado el crimen y la mentira que sin darnos cuenta nos volvemos  insensibles a todo y a todos.

En “Momo” la novela escrita por Michael Ende (también escritor de “Historia sin fin”), narra cómo las personas se vuelven “grises” por preocuparse por el tiempo y las tareas, perdiendo el interés por toda emoción  y dejando a un lado los pequeños  o grandes momentos que nos da la vida, esto Nati lo sabía, en sus obras plasmaba críticas sociales y un análisis de cómo perdemos calidez humana y sensibilidad por egoísmo e ignorancia. 

Hace días me encontraba tomando café con una amiga y llega el Maestro Natanael Espinoza, Director de la Orquesta Filarmónica de Coahuila, a saludar a la mesa, mi amiga se emociona saludándole y casi arrancándole la mano le dice -Tú eres el de la Filarmónica ¿verdad?, me gusta mucho tu trabajo- el Maestro le brinda una sonrisa y se despide, ella no sabe lo que acaba de hacer, le acaba de dar energía y ganas de seguir trabajando. Son estos momentos los que dan motor al artista a “Nata”, como le dicen sus amigos, este tipo de detalles no le alimentan el ego, sino el alma. 

Tal vez ya vieron memes con la frase “Quédate con quien te vea así como…” y distintos ejemplos, veamos al mundo como si fuera algo nuevo, porque así es cada instante, cada momento jamás se repetirá, porque bien dicen, no somos un árbol como para quedarnos en un mismo lugar, y recordemos que para alimentarnos el corazón  siempre estará el arte y la cultura para darnos ese aliento que en ocasiones necesitamos. 

“Querido Nati, te fuiste, pero nos dejaste un enorme legado que hará que sea imposible olvidarte. Gracias”