En Saltillo, el alcohol sigue siendo la sustancia que más lleva a los adolescentes a pedir ayuda por adicciones. De acuerdo con el Centro de Integración Juvenil (CIJ), 9 de cada 10 jóvenes que ingresan a tratamiento comenzaron con el consumo excesivo de alcohol, en su mayoría desde edades alarmantemente tempranas: los hombres, desde los 12 años, y las mujeres, entre los 14 y 16 años.
Especialistas advierten que, aunque el alcohol sea legal y socialmente aceptado, su consumo en etapas de desarrollo puede causar daños irreversibles. El cerebro adolescente aún no ha terminado de madurar y es especialmente vulnerable a los efectos tóxicos de esta sustancia.
Daños físicos invisibles, pero profundos
A nivel físico, beber desde tan temprana edad afecta zonas clave del cerebro como el lóbulo frontal, encargado de la toma de decisiones y el control de impulsos; el hipocampo, que regula la memoria y el aprendizaje; y la amígdala, que influye en la gestión de las emociones. Esto se traduce en una mayor propensión a conductas de riesgo, problemas de concentración y deterioro de la memoria.
El consumo excesivo también provoca alteraciones en el sueño y el apetito, compromete el desarrollo muscular y óseo, y daña órganos vitales como el hígado, incluso antes de alcanzar la mayoría de edad. A largo plazo, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como cirrosis, pancreatitis, problemas cardiovasculares y debilitamiento del sistema inmunológico.
Consecuencias emocionales y psicológicas
En el plano emocional, el alcohol puede detonar o agravar trastornos como la ansiedad y la depresión, alterar el estado de ánimo con cambios bruscos e impredecibles y generar dependencia psicológica que, con el tiempo, se transforma en adicción física.
La interrupción del desarrollo cerebral también dificulta el manejo del estrés y las relaciones sociales, lo que puede derivar en aislamiento y pérdida de habilidades para la convivencia. Algunos adolescentes muestran además una baja tolerancia a la frustración y tendencia a conductas violentas.
Señales de alerta que no deben ignorarse
Detectar a tiempo el problema es clave para evitar que el consumo se vuelva crónico. Los especialistas recomiendan a padres y cuidadores estar atentos a señales como:
Irritabilidad constante y cambios de humor repentinos.
Pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban.
Disminución en el rendimiento escolar.
Cambios en el grupo de amistades y distanciamiento familiar.
Problemas de coordinación, dificultad para hablar o caminar y olor frecuente a alcohol.
Un problema que se puede detener
El alcohol en la adolescencia no es un simple “rito social”, es una amenaza real para la salud física y mental que puede marcar de por vida. Reconocer los signos de alerta, hablar del tema en casa y buscar ayuda especializada son pasos esenciales para frenar a tiempo una adicción que, si no se trata, puede destruir no solo el futuro de un joven, sino también el de toda su familia.






