Más allá del cuerpo: lo que nadie ve del fisicoculturismo
Por: Fer Ruiz
Este fin de semana se celebró el Selectivo Nacional más importante de fisicoculturismo y fitness de nuestro país, un evento decisivo para aquellos atletas que buscan representar a México en competencias internacionales.
Cerca de mil competidoras y competidores se dieron cita en la sede, dejando claro que el fisicoculturismo mexicano está atravesando uno de sus momentos más sólidos en cuanto a nivel, presencia y proyección. Y lo digo con absoluta convicción: los físicos que vimos en tarima fueron impresionantes:
Atletas que habían competido recientemente llegaron ahora con versiones completamente transformadas: más pulidas, más simétricas, más fuertes. La evolución fue evidente y emocionante.
Pero esta vez no estuve ahí como atleta. Estuve como jueza, representando con profundo respeto a la Federación y a un deporte que ha sido un pilar fundamental en mi vida.
Y desde la línea de jueces, con la mejor vista posible a la tarima, no podía sentir otra cosa más que respeto, orgullo y gratitud. Orgullo por el nivel que vi; gratitud por formar parte de un deporte que, aunque no tiene el reconocimiento que merece y, ante la sociedad, tiene mucho más mito que verdad, está lleno de historias de resiliencia.
Porque desde fuera, criticar es fácil:
“Que si usan fármacos”,
“Que si están obsesionados”,
“Que si no tienen vida”.
Pero pocos se toman el tiempo de ver el fondo:
Los gastos altísimos que implica prepararse.
Los que trabajan hasta doble turno para poder costear una preparación.
Las madres solteras que, aun con hijos pequeños, se presentan impecables.
Los enormes sacrificios: faltar a eventos familiares y sociales conforme se acerca la competencia, tener que aislarse casi por completo, cuidar con precisión cada alimento y hasta la ingesta de líquidos, y no poder consumir ciertos medicamentos si cae la mala suerte de enfermarse antes de competir.
Las horas sin dormir, los entrenamientos en horarios imposibles, los ciclos farmacológicos con sus consecuencias, las dietas y todo lo que implica prepararlas y consumirlas en tiempo y forma, los viajes a las competencias, los viáticos derivados de esto, el maquillaje, el arreglo de uñas, el bikini o posador… y la lista sigue.
Este deporte exige TODO. No solo un cuerpo, sino una mente dispuesta a hacer sacrificios silenciosos todos los días. Y, aun así, seguimos escuchando frases como:
“Es pura vanidad”,
“Esos músculos ya no se ven femeninos”,
“Todos los que se dedican a eso se vuelven j*tos”,
“Es que solo viven para verse bien”…
No. Viven para sostener un sueño que se construye con mil renuncias. Un sueño que requiere entregar todo.
Subirse a la tarima es sentir nervios, emoción, angustia, alegría, orgullo por haber llegado hasta ahí, por haber dominado el hambre, la sed y el cansancio, por lograr controlar al corazón y al mar de sentimientos y dudas que se presentan durante una preparación; por haber tenido la capacidad de ser selectivos y alejar todo, incluso a quienes amamos, si eso representa un obstáculo para llegar a la meta.
Aquí no hay opción, ni prórroga o segundas oportunidades. Aquí se entrega todo, se hace todo y se decide todo con temple y determinación, porque también de eso depende lograr el objetivo.
Por eso, esta nota no solo es para contar lo que se vivió en Monterrey. Es para reconocer lo que no se ve. Y para aplaudir el trabajo que hace posible que estas tarimas existan.
Quiero, además, hacer un reconocimiento muy especial al Profesor Carlos Marrufo, presidente de la Asociación de Fisicoconstructivismo y Fitness del Estado de Nuevo León, por el gran trabajo realizado para este evento. La organización fue impecable y el ambiente competitivo, respetuoso y lleno de energía. Pero, sobre todo, quiero agradecerle por ser un ejemplo de integridad, además de un gran mentor y un apoyo fundamental para mi proceso de profesionalización en este deporte.
También agradezco a Francisco Cabezas, presidente de la Federación Mexicana de Fisicoconstructivismo y Fitness, y a todos mis compañeros del comité, que con esfuerzo y constancia siguen abriendo espacios para que este deporte crezca, se profesionalice y gane el lugar que merece en el país.
“Este deporte exige TODO. No solo un cuerpo, sino una mente dispuesta a hacer sacrificios silenciosos todos los días”






