Por: Sergio Soto Azúa

A ver, no soy gurú político ni trabajo en el cuarto de guerra de nadie.
Tampoco tengo una oficina con encuestas en la pared ni una nómina que me diga qué opinar.
Lo único que tengo es esto: oídos, memoria y sentido común.

Y con eso basta para decir lo que otros prefieren callar.

En Coahuila se anda diciendo —cada vez con más fuerza— que Morena puede ganar la gubernatura.
Y sí, puede. Pero como casi siempre pasa en política, la gente está mencionando los nombres equivocados.

Porque en este estado, una cosa es querer…
y otra muy distinta es poder.

Y ahí es donde entra Javier Guerrero García.
Sí, el de San Pedro. El que fue del PRI cuando el PRI aún sabía ganar elecciones. El que coordinó a López Obrador en 2018 en el estado. El que desde hace años trabaja en el gobierno federal, no en campañas ni en TikTok.

Javier no suena en todas las mesas, pero los que saben de verdad lo ven como un perfil serio.
Y eso es justo lo que Morena necesitaría si quiere ganar Coahuila sin hacer el ridículo:
alguien con oficio, con tracción propia y con la cabeza fría para no salir corriendo al primer fuego.

No estoy diciendo que él sea el elegido.
Ni el mejor.
Solo estoy diciendo que si de verdad quieren ganar, ese es un nombre que deberían estar mencionando.
Y no lo están.
¿Por qué?
Ah, pues pregunten en Palacio o en las grillas locales. Yo nomás observo.

Ahora, en Torreón —que sigue siendo la joya de la corona— el panorama también se pone bueno.
Morena tiene todo para recuperar la ciudad.
Pero no lo va a hacer con cualquiera.

Y guste o no, Luis Fernando Salazar es el que más posibilidades reales tiene.

Tiene arrastre. Tiene nombre. Tiene estructura.
Y tiene eso que pocos se atreven a admitir:
un ego feroz que no se rinde.

Cuando lo bajaron de la candidatura, puso a su papá.
Y el papá, sin moverse mucho, casi gana.
Eso no es coincidencia.
Eso es músculo.

Pero no canten victoria tan rápido.

Porque si alguien lo puede frenar, es Guillermo Anaya Llamas.

Y no por carisma, ni por frescura, ni por novedad.
Sino porque lo conoce como nadie más en este estado.
Lo crió políticamente.
Lo formó.
Y ahora, si decide enfrentarlo, va a pelear contra su reflejo.

Y cuidado con eso.
Porque a veces, el único que puede derrotarte…
es quien te enseñó a pelear.

Si Anaya entra, ya sea solo con el PAN o en alianza con el PRI, el PANAL, el Verde, o el Espíritu Santo, será el único que le puede competir en serio a Salazar.

Y los demás, como siempre, vendrán a rellenar la boleta.

No estoy diciendo que uno sea mejor que otro.
Ni que yo le vaya a alguien.
No soy porrista.
Solo escribo lo que muchos piensan y pocos se atreven a poner con nombre y apellido.

En Coahuila hay nombres que suenan mucho, pero pesan poco.
Y hay otros que no se están trayendo a la mesa, pero son los que más posibilidades reales tienen de ganar.

Y eso, al final, es lo único que importa.

Así que si después, cuando empiece el circo, quieren decir que nadie lo advirtió,
pues aquí está esta columna, escrita sin cargo, sin línea, sin miedo.

Se los dice un pobre pendejo.

Por Liz Salas