Por: Enrique Martínez y Morales
Las personas somos seres complejos. Y no solo en lo emocional, sino también en lo biológico. Partiendo de organismos simples, la evolución a través de millones de años y circunstancias favorables en el planeta, llevó a constituirnos en lo que actualmente somos: la especie más compleja que habita el planeta.
Solemos trasladar esa misma complejidad a muchas facetas de nuestras vidas: al trabajo, a las relaciones personales, a la toma de decisiones. Sin embargo, a veces no nos damos cuenta que las soluciones simples son las más eficientes, aún en situaciones complicadas.
A mediados del siglo pasado, cuando el automóvil era ya el medio de transporte por excelencia, la industria automotriz comenzó a detectar una amenaza que ponía en riesgo su éxito: el pronunciado incremento de muertes por accidentes viales. Cantidades ingentes de dinero se invirtieron tratando de incrementar la seguridad de los vehículos en nuevas tecnologías: salpicaderos acolchados, materiales más resistentes, sistemas de frenos mejorados, motores gobernados, adaptaciones para mejorar la visibilidad, por mencionar algunos. Nada funcionó.
En esos momentos apareció en escena Robert McNamara como alto ejecutivo de Ford Motor Company, empresa de la que posteriormente se convertiría en su primer presidente no miembro de la familia fundadora. Posteriormente, McNamara llegaría a ser Secretario de la Defensa durante el episodio de la guerra de Estados Unidos contra Vietnam, y más tarde asumiría la dirección del Banco Mundial.
McNamara, además de genio militar, era reconocido por su practicidad en la resolución de conflictos. Con su talento ideó una solución sencilla que reduciría en 5 veces las muertes por accidentes de tráfico, invirtiendo algo así como 25 dólares por vehículo: el cinturón de seguridad.
Otro ejemplo. En la vorágine de la carrera por la conquista del espacio, los astronautas norteamericanos se toparon con el problema en los simuladores de que no podrían hacer apuntes fuera de la atmósfera porque la tinta de las plumas funciona bajo el principio de la ley de la gravedad. La NASA invirtió grandes cantidades de recursos diseñando un bolígrafo que expulsara la tinta a presión para subsanar el problema. Los soviéticos fueron más prácticos y utilizaron un lápiz.
Ante una disyuntiva, no decidir es en sí una decisión y a veces es la mejor. Cuando tengamos un problema o un conflicto, antes de enredarnos la mente construyendo árboles de decisión complejos, recordemos a McNamara o a las soviéticos, volvamos al origen y pensemos en las soluciones más simples. Muchas veces la inventiva y el ingenio son nuestros mejores aliados.