CIUDAD DE MÉXICO 23-Apr-2024 .-Quien pasa horas en el celular scrolleando sin fin, es víctima de un algoritmo diseñado para captar su atención, volverse adicto y obtener ganancias.

En Irremplazables, Cómo sobrevivir a la Inteligencia Artificial, libro editado por Elefanta, Sebastián Tonda (Ciudad de México, 1979) recuerda que los gigantes del big data, es decir, quienes manejan grandes cantidades de datos digitales generados por la población mundial, son quienes «activan los algoritmos que nos pastorean».

«Si yo fuera una Inteligencia Artificial (IA) que quisiera dominar, muy posiblemente usaría el entretenimiento, porque (con él) nos anulamos completamente, volviéndonos espectadores», plantea el autor en entrevista.

«No está mal que lo hagamos de vez en cuando, pero es mucho más interesante cómo podemos utilizar la tecnología. Hoy puedes aprender cualquier cosa porque hay videos y tutoriales gratuitos y, sin embargo, tomamos la decisión de ser espectadores, de ser consumidores».

Cuando Tonda, conferencista y comunicólogo, habla de la posibilidad de ser reemplazados por la IA distingue entre un reemplazo consciente, como puede ser usar Waze para llegar a un destino, de uno inconsciente, como dejar que una app decida nuestra vida romántica mediante un algoritmo, que ni siquiera sabemos qué criterios utiliza ni qué fines persigue.

Escribe que si «cedemos el poder de todas nuestras decisiones a los algoritmos automatizados y, para colmo, no cuestionamos los parámetros en los qué estos se basan para tomar decisiones por nosotros, estamos de facto siendo reemplazados».

«Lo peor que nos puede pasar es que seamos reemplazados por decisión propia. Ya olvídate de si la Inteligencia Artificial nos puede reemplazar o no, sino que nosotros mismos dejemos que nos reemplace independientemente de sus capacidades actuales», responde.

Aporta datos en el libro sobre el impacto que tendrá la IA en el trabajo: el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima, por ejemplo, que 85 millones de empleos serán reemplazados por tecnología entre el 2021 y 2025.

Por otro lado, el FMI calcula 97 millones de nuevos empleos, «todos enfocados en aumentar la capacidad de la propia tecnología para reemplazarnos».

La proyección de la consultora McKinsey es que el 45 por ciento de las actividades humanas, «sin importar cuál sea nuestro empleo, serán reemplazadas por la tecnología, y ninguna de las profesiones quedará al margen».

Esos reemplazos aumentarán la productividad y se necesitarán menos empleados para las mismas tareas, por tanto, habrá menos puestos de trabajo.

Por lo que Tonda llama a definir qué debe hacerse para enfrentar las consecuencias de la automatización.

Pero también propone que el futuro no tiene que ser necesariamente como la película The Matrix. Se trata, añade, de darle la vuelta a la narrativa apocalíptica.

El autor retoma las ideas de Andrew McAfee y Erik Brynjolfsson en La segunda edad de las máquinas de que las primeras tecnologías nos liberaron de una gran cantidad de trabajo físico repetitivo, para después inventar tecnologías más complejas que son capaces de completar tareas intelectuales repetitivas.

La siguiente frontera, escribe Tonda, tiene que ver con los trabajos físicos no repetitivos, como manejar; «(pero) la tecnología también nos asiste, y en algunos casos reemplazando en tareas intelectuales no repetitivas».

Cita incluso que muchas de las notas informativas que rondan por la red han sido escritas por una IA. Al respecto, Kris Hammond, cofundador de Narrative Science, augura que en 2030, el 90 por ciento del periodismo será computarizado y, antes de eso: «Un bot periodista ganará un Pulitzer».

«Estamos en una carrera entre la utopía y la distopía», recalca el también consultor.

En la distopía, la desigualdad es tan grande que ya es imposible de cerrar, y se vislumbra una concentración de la riqueza «en magnitudes no vistas».

«El camino más utópico es la carrera de la tecnología bajando de precio y siendo más accesible y democratizándose a la velocidad suficiente para generar prosperidad para todas las personas y no sólo para algunas», expresa.

Hoy la IA está disponible a través de un teléfono inteligente y el 85 por ciento de la población mundial tiene uno y hay mayor acceso a internet. En África, por ejemplo, ayudó en la bancarización a través de celulares con SMS.

«La Inteligencia Artificial nos puede potencializar», esboza. Es decir, puede usarse para aumentar capacidades.

«Lo más difícil para la tecnología en términos de reemplazar es aquello que para nosotros es más simple, aquello que nos hace seres humanos», recalca al referirse a la paradoja de Hans Moravec sobre las dificultades de replicar las capacidades humanas, formulada en los años 80.

Un robot podrá inyectar y darle los medicamentos a un paciente como hoy día lo hace una enfermera, pero la IA no puede reemplazar la empatía.

«La razón de ser del libro, mi gran preocupación es: las nuevas tecnologías al servicio del sistema que promueve puramente el crecimiento económico desde la perspectiva del capital, desde la perspectiva de las ganancias, porque sí creo que ése es un territorio muy peligroso.

«Y ése es el diálogo que está sucediendo en este momento, porque además las consecuencias pueden ser gigantes», argumenta.

Mark Zuckerberg perdió 5.9 billones de dólares en un día de octubre de 2021 luego de que una exempleada declarara ante el Congreso de Estados Unidos que Facebook, la red social que fundó, «había tomado decisiones en varias ocasiones para privilegiar sus ventas sobre el bienestar de sus usuarios».

Tonda nos dice que los desarrollos más importantes de Inteligencia Artificial no los están haciendo los gobiernos sino empresas cuyos objetivos son obtener ganancias.

Refiere que OpenAI, la firma creadora del ChatGPT, fue fundada en 2015 como un laboratorio de investigación sin fines de lucro con el fin de asegurar que el desarrollo de la IA fuera ético y en favor de la humanidad.

Pero en 2019 se transformó en una organización con fines de lucro con el argumento de conseguir inversión para continuar con su trabajo. Tan solo Microsoft le ha dado 11 billones de dólares.

«Ciertamente es preocupante y la regulación desde mi perspectiva tiene mucho más qué decir en este terreno, es decir, empezar a cuestionar la gobernanza de las empresas que están desarrollando estas soluciones y cómo se pueden comercializar estos productos y para qué si y para qué no se pueden usar», bosqueja.

Como Tonda lo dice en el libro: «La tecnología crece de manera exponencial y la regulación la persigue al ritmo de una burocracia lineal».

El futuro no depende de las tecnologías que existan sino para qué se usan.

«El futuro depende del para qué», sentencia.

Tonda, a través de Irremplazables, Cómo sobrevivir a la Inteligencia Artificial, estará presente en el Festival de Arte y Ciencia El Aleph, de la UNAM, a realizarse del 8 al 19 de mayo.