Cada tres años según marca la constitución local, se lleva a cabo el cambio de gobierno en los municipios del estado de Coahuila. Dicho cambio, llega aparejado de planes y proyectos, que eventualmente se convierten en políticas públicas; sin embargo, dichas políticas, en escasas ocasiones representan la necesidad general del territorio a gobernar.
El periodo de campaña que se concede a los candidatos, es el tiempo en el cual, se generan las propuestas y se recopilan las diferentes opiniones de los votantes, en torno a “lo que se debe de hacer”
En el caso de partidos y candidatos que cuentan con recursos, esta dinámica se complementa con encuestas y foros, que ayudan a nutrir el catálogo de propuestas.
Sin embargo, todas estas dinámicas tienen diversos vicios de origen. El primero de ellos, son las preguntas que conforman las encuestas, ya que nacen de las “ocurrencias o ideas” del candidato y su equipo de asesores de campaña; lo cual, sólo representa la realidad de un minúsculo grupo de ciudadanos. El segundo vicio es que muchas de las propuestas, atienden a compromisos con grupos políticos, empresariales, sindicales o sociales. El tercero de ellos, puede llegar a ser el más grave: la falta de voluntad y sentido común en los asuntos que realmente importan o incomodan a la ciudadanía.
Estos vicios generalmente provocan que la ciudadanía, estimulada por la carencia de solución a su problemática, se dirija por propia voluntad a la solución o aprovechamiento de dicha Laguna. Esta situación, puede tomar rumbos que a la postre, definen el desarrollo o estancamiento de una ciudad.
Un ejemplo es el de aquella persona que desea poner un negocio de tortillas de harina. Dicha persona acude (en el supuesto que lo quiera hacer conforme a ley) a la presidencia municipal a tramitar sus permisos, los cuales, después de una retahíla de procesos burocráticos, se le entregan para que pueda comenzar a operar.
¿El municipio para expedir dichas licencias de funcionamiento hizo una verdadera inspección de campo? La respuesta es: ¡No!
Ya Que de haberlo hecho, se hubiese percatado, que justamente enfrente de donde se va a ubicar este negocio, existe ya otro negocio con las mismas características y producto.
Bajo este esquema, los funcionarios municipales a cargo, podrían argumentar “libre competencia” pero en realidad, sólo estarían justificando ineficiencia, carencia de conocimiento del territorio gobernado, así como la falta de competencia, para promover un desarrollo económico sostenible a largo plazo.
Otro caso muy común, que invoca precisamente a uno de los vicios antes mencionados, es el de la especulación de terrenos. Saltillo, es por excelencia, una de las ciudades, donde más se pueden observar terrenos gigantescos vacíos, dentro de las zonas de mayor plusvalía de la ciudad. ¿Cómo podría ser esto posible en una ciudad tan grande? Solo mediante una valuación risible de los predios por parte del municipio. En resumen: se pagan impuestos prediales a valores ridículos.
Los casos antes mencionados, opuestos el uno del otro, al menos en cuanto al origen y tipo de negocio; evidencian de manera tajante la falta de análisis, o en su defecto, la extrema carga de compromisos por parte de los funcionarios en turno. En cualquiera de los casos, sea por ignorancia, negligencia o corrupción en su abanico de variables; es la ciudad y su gente, quienes a futuro resultan afectados.
Una buena gestión, se define no solo por la buena percepción de la gente, mientras esta se encuentra en funciones; si no por los efectos y beneficios tangibles a largo plazo.
Un buen gobierno, trasciende a la corrosión del polvo y el tiempo.
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