Ahora sé, él porque de mi rechazo

A aceptar que vives en otro plano

Compadre,  Javier Villarreal Lozano

Porque no vas a estar, y

Yo necesite tu hombro

Hallaré consuelo en

Palabras que dejaste 

En otras ocasiones

VOY CON MI ALMA

Ahora sé porque mí resistencia a escribir algo sobre mi compadre Javier Villarreal Lozano.

Era una manera de rechazar su pérdida, de no aceptar su muerte.

La explicación la encontré en el material de mi hijo Marcos y La Incanzable Itaca de Javier Villarreal Lozano, y se refiere a cuando salí de un medio.

Era y es, que no va a estar ahí cuando yo necesite de su consejo, de sus apapachos. Cuando busque su hombro, no lo encontraré, como lo encontré siempre.

Era y es, no querer toparme de frente con  ese más de medio siglo de recuerdos compartidos en el ejercicio del periodismo que nos unió al principio en el que nos convertimos en un par de enamorados de la información, en la etapa del Monclova convulso, de los papas negros de la comunicación y su agudo ingenio como cuando el personaje que fue Juan Pablo Rodriguez sorprende a aquel par de “hippiosos” reporteros que lo aborda para una entrevista y el político, que llegó a ser -en esa etapa- muy importante, le dice:

¿ Quihubo Javier, vas llegando de Avándaro? y como recibe esto como respuesta: Si Juan Pablo, me dijo tu hermana que te dijera que se va a quedar unos días más.”

Y él entrevistado sin esconder su coraje por lo agudo de la contestación, sin más, nos dejó ahí.

O cuando el ya desde entonces añoso alcalde de Frontera a quien entrevistábamos, sacó de su bolsillo una moneda olímpica y al deslizarla en su mano, él se la aventó casi en la cara.

Como no recordar los ensayos de un texto corto de teatro en la disco de moda –seguro que porque la única— L´Ellipse, donde aquel buen amigo Francklin Fernández hizo sendos retratos a lápiz de cada uno y con tres o cuatro amigos más, formaban una especie de mural que adornaba la entrada.

O aquel Tam, Tam del Teponaxtle, su capa al más puro estilo de las que usaba Juan José Arreola, las entrevistas con los grandes personajes de aquel México que para bien o para mal ya no existe:

Luis Echeverria, Jesus Reyes Heroles, Padilla Segura, López Portillo, o aquella tonelada de exclusivas que en equipo le ganábamos a la competencia y su explicación a la preferencia de los lectores hacia nuestro medio:

Trabajamos mucho, sin esperar el boletín. Si les cae una bomba en su periódico no publican la nota, sin boletín.  

Aquella increíble y triste historia del encendedor anaranjado, que hasta el alcalde de la época fue a preguntarnos de que se trataba el tema.

No se ahora, que hicimos más. Si trabajar mucho o mucho divertirnos.  

Las tardes del cafecito en Devy´s con amigas entrañables nuestras o tuyas, como Roxana Flores, Caro Olloqui, o bien Maru Quintanar y Evys Dávila, a quienes recuerdo con entrañable afecto.

O cuando nos descolgábamos a la nevería Picnic, donde muchas veces me levanté a cantar o a echar el chal con Wilbert e Idalia.

Las inolvidables mañanas del café, como siempre y en la misma mesa, con el grupo de amigos de los medios: mi compadre Juan Rodriguez  Guzmán, nuestro mutuo compadre José María Suárez Sánchez,  Oscar Wong, Fidel Ortiz, Fournier, entre otros.

Con nuestras mejores vibras, como festejamos cuando te invitan a que dirijas un medio en Saltillo entonces tan lejos de Monclova, por lo de la Muralla.

Y tú inolvidable columna cuando te despides de Monclova: EL CONDOR, PASO.

Aquel re-encuentro nuestro, cuando con mis hijos llego en el 80 a trabajar con el entonces gobernador, Don José de las Fuentes.

Entonces los amigos del café eran Dora Elizabeth Molina, Nora Mirna Gaona, Conchita Recio, Carlos Robles, Pepe Mena, David Brondo, Carlos Gaytán, Eduardo, Lalo de la Peña, por citar a algunos chicos que se iniciaban entonces en el quehacer periodístico.

Compartimos muchas tardes en El Tapanco, con tintos o chatos. Tequila, en las bohemias.

Ya conociéndote, casi caigo aquel día en que me dijiste que ibas a renunciar a la dirección del Vito Alessio para darte alta como lector. Ya desde aquel tiempo le habías impreso tu personalísimo sello, al centro cultural que nunca ha presumido de tener en su acervo, varios incunables, gracias a tu gestoría.

Sin dejar nunca tu presencia en los medios te dedicaste a tu otra pasión: la historia.

Con cuanta admiración y reconocimiento te referías a tus investigaciones, a tus trabajos, a tus amigos historiadores: Don Javier Garcíadiego, Jean Meyer, Enrique Krauze, Los dos Taibo, Pedro Salmeron, por citar a los que más recuerdo.

Tus autores predilectos. Tantos que no detallo por no dejar a nadie fuera. “no dejes de leer nunca, comadre. Solo el que lee, escribe” 

Aquella inolvidable tarde en La Vega

Y aunque por razones de la salud de ambos no pudimos vernos en los últimos meses, recuerdo la plática telefónica sobre mi columna de volver a aprender a caminar, cuando el traumatólogo que me operó dos veces de mi fémur derecho, dio su aprobación para que iniciara las terapias.

“No lo dudes, comadre, vas a caminar y volverás a pisar fuerte.”

Me quedo con eso. También con tu expresión de que soy “Una reportera 4×4, todo terreno pues” Mejor apapacho no escuché ni antes ni después.

Sé que no estarás cuando mi alma necesite de tú consejo.

Me echaré un clavado al fondo de mi corazón y encontraré ahí,  otras palabras que antes expresaste  cuando fui a ti en busca de apoyo, frases que quedaron grabadas en lo más mi hondo de mi corazón.

Y de mi alma. 

Si a mí, como a todos tus amigos se nos parte me alma al recordarte, visualizo a mi comadre Gloria Loya de Villarreal, tu compañera de trayecto en la vida, a Ari, tu hija, a Laurita tu nieta, a tus sobrinos, a tu familia toda, llenos de dolor por tu ausencia pero fortalecidos por haber compartido su vida contigo.

Desde aquí los abrazo, los abrazamos, como parte de ustedes que nos sentimos.

Gracias compadre Javier Villarreal Lozano por ese pedacito de tu corazón que destinaste para nosotros. Por tu afecto, por tus apapachos por tus enseñanzas y sobre todo porque lo bueno que se de este quehacer, lo aprendí de ti.

Gracias a Papá Dios por permitir que conociera en ti, a un ser único e irrepetible.

Lamento, pero acepto tu pérdida. Sigue tu camino, compadre Javier Villarreal Lozano.

Tu luz, se queda con nosotros. 

Por