Las campañas por la gubernatura no solo se hacen en tierra, con mítines y miles de spots en radio y televisión, sino también en redes sociales. Twitter, Facebook, YouTube, Instagram y hasta la mensajería instantánea como WhatsApp son las plataformas que los candidatos usan para hacer llegar sus propuestas, pero también han servido como escenario para que simpatizantes y heaters se hagan presentes.
«Chairos», «derechairos” o «prianistas” son algunos de los calificativos que podemos leer en un sinfín de comentarios que se hacen todos los días a través de redes sociales y que han generado un ambiente polarizado, al menos en lo que al escenario digital se refiere. ¿Pero qué es lo que detona este comportamiento? El anonimato detrás de una cuenta falsa de Facebook o Twitter puede envalentonar a cualquiera, pero este tipo de agresiones van más allá de simplemente querer molestar al adversario.
Lo que vemos facebook y en twitter es un reflejo de hartazgo, no es violencia contra un solo candidato, es contra todo, se trata de un escape que encontró la ciudadanía a lo que vivimos en el estado: violencia, pobreza, marginación y grandes desigualdades. Lo que ocurre en las redes es la nueva forma de manifestarse sin tener que salir a las calles.
El problema de la violencia en las redes no se originó con el uso de la tecnología, simplemente se hizo más visible, pero siempre ha estado ahí, las personas encontraron una válvula de escape más efectiva y sin consecuencias.
Las redes sociales son una fuente de información que a priori se vuelve negativa, pues en vez de tener información balanceada hay sesgo de origen, todo es criticable y nada es aguantable. Lo vimos esta semana cuando criticaron una imagen del candidato Miguel Barbosa Huerta en la cual encontraron una connotación y lo acabaron linchando virtualmente. Esto puede provocar que los jóvenes se vuelvan una generación de rechazo e intolerancia.
Las redes sociales son el escenario perfecto para descalificar, denostar y amedrentar al adversario, pero también a sus seguidores; por eso se han convertido en una nueva forma de hacer guerra sucia. Todos los candidatos construyen estrategias para que sus grupos golpeen a los diferentes candidatos; sin embargo, no todos tienen las mismas capacidades.
El PRI no tiene la misma fuerza que Morena (en términos de redes sociales), y por eso debe utilizar mayores recursos para lograr un mayor impacto; en el caso del PAN, es más común ver grupos de apoyo organizados con perfiles de usuarios de un nivel socioeconómico más alto. Mientras que en el caso de Morena, su audiencia en redes es mucho más orgánica, están más organizados y su fuerza, en su mayoría, radica en los jóvenes, sobre todo aquellos que ya no creen en el sistema actual y se identifican con una parte de la ideología de izquierda.
Sin importar si son Chairos o Prianistas, una cosa está clara: las redes están incidiendo en las campañas y cobrando mucho mayor fuerza y ningún estratega quiere quedarse fuera. En los comentarios de las publicaciones de los candidatos podemos ver una parte genuina de los usuarios, gente que en verdad se molesta, pero también hay una parte que es mera estrategia porque saben perfecto cómo va a reaccionar el adversario, incluso saben qué reacción tomarán los medios, provocan que piensen mejor sus titulares y el tipo de publicaciones que hacen en redes.
Y aunque los insultos y agresiones a veces llegan a las amenazas de muerte, antes difícilmente pasarían a un plano terrenal porque no había consecuencias ni costos; no había limite a decir lo que sea. Esto cambió, el mes pasado el Congreso del Estado aprobó una reforma al Código Penal del Estado de Puebla para castigar hasta con cinco años de prisión el delito de ciberacoso, el cual no estaba tipificado en la ley.






