Nunca comas solo

Hace unos 12 años me topé casualmente con el libro “Never eat alone”, de Keith Ferrazzi.

Varado por una tormenta en el aeropuerto de Dallas y sin material de lectura, fui en pos de un texto para hacer más llevadera la espera. Tan solo al leer el título del texto a lo lejos, recién puesto a la venta, supe cuál compraría.

No equivoqué la elección. El libro, un extraordinario tratado sobre la importancia y las estrategias para generar y mantener redes profesionales útiles, pronto se convertiría en un “Best Seller”, y su autor, nieto de inmigrantes e hijo de un obrero iletrado, en gurú de las relaciones personales.

Responsable y tenaz, Ferrazzi se agenció desde muy joven un ingreso modesto desempeñándose como “caddie” en un exclusivo club de golf, y gracias a la persistencia de su padre pudo esturiar en las mejores escuelas, hasta graduarse en la prestigiada Universidad de Harvard. De ambas circunstancias capitalizó una red de contactos que lo catapultarían para alcanzar sus sueños y metas.

Su texto, actualizado y corregido a raíz del “boom” de las redes sociales, es un compendio de consejos basados en su experiencia y en la de importantes figuras sobre cómo agenciarse y administrar contactos para ayudarse mutuamente. Uno de los “tips” más notables es, precisamente, nunca comer solo.

Sin duda el consejo va dirigido más a la cultura anglosajona del “fast food”, donde es común que los empleados ingieran su lonche dentro de su cubículo aprovechando la media hora asignada para ello, para inmediatamente seguir con sus labores.

En nuestro país es raro que alguien coma solo. La mayoría trata de hacerlo en familia. A quienes por cuestiones laborales no les es posible, se reúnen en el comedor, en la sala de juntas o alrededor del anafre, para convivir y compartir los alimentos.

Las comidas de negocios o sociales son sumamente efectivas. Sin escritorio de por medio se derriba una enorme barrera, generándose un ambiente de camaradería y confianza improbable en la formalidad de las frías oficinas.

Ya no existen estrellas solitarias ni héroes individuales. Si queremos triunfar en la vida necesitamos un equipo de aliados con quienes compartamos ideales. Y con ellos, hay que comer seguido.