
“Libre, y para mi sagrado, es el derecho de pensar… La educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos.” Benito Juárez.
En la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila, se desarrolla por segunda vez, en unos cuantos días, el proceso electoral para elegir a quien dirigirá sus destinos en la parte ejecutiva, los próximos tres años.
Luis Efrén Ríos Vega, renunció al cargo hace poco más de un mes, con ello se volvió indispensable elegir Director.
Una vez emitida la legal convocatoria, se registraron dos aspirantes; uno el jurista (tocayo de quién esto escribe) Raúl Felipe Garza Serna, persona a quien el autor de esta líneas y muchos más, admiran y respetan. También se inscribió, el jurisperito Francisco Luis Yáñez Armijo, a quien la persona que escribe esto, siempre ha llamado Maestro. Ambos caballeros, que por amor a su Facultad, han decidido hacer sus campañas, y una vez realizadas las elecciones y realizado el escrutinio y cómputo, acatarán el resultado, y la voluntad de la comunidad universitaria; de la mejor Facultad del Mundo.
El Maestro Yáñez Armijo, es el decano de la Facultad, hombre de leyes, tiene la experiencia y la garantía de trabajo. Por ello el estudiantado, el claustro de docentes y exalumnos le han manifestado su apoyo (incluido quien esto escribe).
Usualmente se describe a un gran personaje, el Maestro Yáñez Armijo, lo es. En esta ocasión, el autor de este texto se va a limitar a describir dos situaciones de carácter personal, que describen de manera muy humilde la grandeza del Licenciado Yáñez Armijo.
El jueves primero de diciembre del lejano año de 2005 (se pide omitir hacer cálculos de la edad, del autor de este texto). Ese día rendía protesta y asumía el cargo el Poder Ejecutivo de Coahuila. El que escribe era el único alumno, del grupo de la asignatura de «Bienes» que tenía derecho a presentar segundo parcial y a exentar el examen ordinario. En honor a la verdad, hubiera deseado tener compañía, pero no. El que escribe, arribó a su querida Facultad de Jurisprudencia (casi desierta) a las siete de la mañana a esperar evaluación oral. Responsable y puntual, el Maestro Yáñez Armijo, llegó, y saludó con gentileza… pidió pasara. El que relata tomó las fichas respectivas (para definir temas a exponer) e inició la disertación de sendos temas; incluyendo la teoría, la legislación y los apuntes de clase.
Una vez que concluido, el Maestro comenzó a interrogar sobre diversas cuestiones de las temáticas; la verdad era algo maravilloso, ¡estar frente a uno de los miembros de la Comisión redactora del Código Civil de Coahuila! (la norma jurídica, base de la asignatura, placer que pocos, muy pocos conocen). ¿Cómo mentir; cómo dar respuestas inciertas?, era imposible, se dio contestación a todas y cada una de las cuestiones planteadas. El Maestro, riguroso y sabio, tuvo a bien indicar que tenía 100 de calificación y por ende exentaba el examen ordinario, ya que había promediado 90. Ahí, el Derecho se convirtió en la pasión que ha dirigido la vida del “intento de columnista” que escribe hoy.
Finalmente…ese día, ese lugar, Teatro de la Ciudad Fernando Soler, generación LXI de Licenciados en Derecho, se mencionó el nombre del que esto escribe: recibía mención honorífica; al recuerdo miles de momentos, familiares y seres queridos; mis grandes docentes y sin duda, la voz firme y sabia del Maestro Yáñez Armijo. El decano.
CÉSAR FELIPE DE LA ROSA






