Un pescador filipino que encontró una perla de manera fortuita en el mar, decidió que la mejor idea era depositarla bajo su cama y guardarla allí para beneficiarse de sus poderes como amuleto para la buena suerte. Pero dicha buena suerte pareció abandonarlo cuando su cabaña sufrió un incendio y las autoridades encontraron la perla, de incalculable valor, entre los pocos objetos que no fueron pasto de las llamas.