Donald Trump delineó recientemente su estrategia en materia económica, un singular conjunto de ideas en medio de una campaña que se ha caracterizado más por confrontaciones, calificativos y ofensas que por propuestas de gobierno específicas.
Pero eso no significa que lo presentado por Trump no deje de ser punzante o controversial. Por el contrario, sus planteamientos en materia económica están bajo la lupa mediática y ciudadana y, por ende, en el centro del presente torbellino político.
Expertos que se declaran conservadores, como comenta Christos Makridis en The Conversation, señalan que el nuevo plan económico de Trump ha hecho que algunos escépticos comiencen a inclinarse hacia el magnate tras no haberlo apoyado en la contienda primaria. La razón de ello sería que el análisis de Trump en el tema de la desigualdad económica y el lento crecimiento, su propuesta de simplificar las tasas de impuestos al ingreso y su noción de que el país debe producir más internamente y depender menos del extranjero tienen sentido para ellos y serían a su juicio benéficos para el país.
Y en una columna el propio Steve Forbes, cabeza de la revista que lleva su apellido, planteó que el discurso económico de Trump es la apuesta del magnate para “recuperar el control de la narrativa de la elección presidencial” y se apuntala en que los estadounidenses no querrían un “tercer periodo de Obama”, esto es una presidencia de Hillary Clinton.
Forbes destaca que mientras Clinton plantea elevar impuestos Trump promete cortarlos y reducir las regulaciones que, menciona en su columna, le cuestan “a la economía unos 2 billones (’trillion’) de dólares”.
La campaña de Trump ha destacado en sus comunicaciones el artículo de Forbes, presumiblemente por el peso de su autor. Pero en realidad el artículo no es un mero halago e incluye en su conclusión una advertencia: elrechazo de Trump a los acuerdos de libre comercio internacional no le afectará políticamente en términos de votos (Clinton y Bernie Sanders también los han criticado) pero Forbes advierte que desatar guerras comerciales podría ser catastrófico para la economía y que ya existen remedios disponibles para lidiar con abusos en las prácticas comerciales.
¿Nueva recesión?
Pero el plan económico de Trump también ha recibido muchas críticas. Desde el bando de Clinton se ha dicho que de aplicarse el esquema del magnate conduciría al país de vuelta a una recesión y se ha criticado también que Trump no ha especificado cómo va a financiar los recortes fiscales, las excepciones y el gasto en infraestructura que, entre otras cosas, su programa promueve.
Por ejemplo, también en The Conversation el experto Jay Zagorsky critica que en realidad el plan de Trump para ampliar las deducciones de gastos por cuidado infantil no aportará demasiado, pues actualmente los créditos fiscales ya existentes cubren buena parte de esos gastos de millones de familias y el plan del magnate no ayudaría, vía meras deducciones, a que más personas puedan colocar a sus hijos en programas de cuidado infantil por el hecho de no tener dinero para pagarlos y de que, por sus bajos ingresos, tampoco declaran impuestos de modo que puedan beneficiarse de deducciones.
Otros juicios son más severos. Politico, por ejemplo, califica al esquema de Trump como “un monstruo de Frankestein” que mezcla ideas de la derecha y la izquierda, reducciones fiscales con proteccionismo, políticas sociales del tipo del conservadurismo compasivo con desregulación que haría que “Wall Street se regocije”.
Muchos trabajadores manufactureros desplazados por la transferencia de empresas a México apoyan los planes proteccionistas de Trump. (AP)
Algunos han criticado que el plan de Trump es vago y que basa sus propuestas en estadísticas cuestionables y otros que su plan de simplificación reducción de impuestos tiende a beneficiar más a los de mayores ingresos, incluido su plan de deducciones de gastos de cuidado infantil.
Se critica también su falta de detalles sobre, por ejemplo, qué tipo de renegociación o concesiones benéficas para Estados Unidos busca lograr con una renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) o del Acuerdo Transpacífico (TPP) y no tiene en consideración que, más allá de la transferencia de empleos a otros países, la reducción de las plazas de trabajo en las empresas manufactureras tiene también que ver con la automatización de los procesos de producción actuales, los cuales con o sin transferencia de plantas al extranjero e incluso aunque regresen algunas de ellas tienen un impacto en la reducción de los puestos de trabajo manufactureros en comparación a lo que sucedía años atrás.
Contradicciones
El proteccionismo, por otro lado, señala Politico, aunque resulta atractivo a la base popular de Trump no es muy bien visto por conservadores y republicanos y, en contrapartida, la eliminación en masa de regulaciones propuesta (aunque no especificada) por el magnate sería muy atractiva para Wall Street y las grandes corporaciones. Una dicotomía curiosa que busca abrevar de ambos mundos pero que es en cierto modo inestable.
Otra curiosa mezcla de ideas es el plan de Trump para construir infraestructura. La noción de que el gobierno debe gastar en ello a gran escala es, se afirmaría, una posición mucho más cercana a los demócratas que a los republicanos y, como señala The Atlantic, Trump ha dicho que quiere ir más allá en cuanto a recursos invertidos en infraestructura que lo que ha propuesto Clinton. Un gasto público de esa magnitud estaría en choque frontal con las posiciones conservadoras y republicanas.
Ciertamente, que las posiciones de Trump den bandazos de izquierda a derecha y que mezclen ideas que son anatema para un partido o para el otro en una suerte de caldo primordial no las vuelve en sí negativas o positivas. Y, en realidad, existe amplio consenso en que el sistema de impuestos requiere una reforma, en que debe darse gran impulso al empleo y al desarrollo de infraestructura y en que debe mitigarse la desigualdad económica en el país.
La candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, afirmó que las propuestas económicas de Trump devolverían a Estados Unidos a la recesión. (AP)
El problema del plan de Trump, además de que requiere ser detallada mucho más a fondo, es que no ha planteado cómo va a financiarse. De acuerdo a la televisora ABC, por ejemplo, los nuevos recortes de impuestos propuestos por Trump (que en realidad retoman planteamientos del líder de la Cámara Baja, Paul Ryan) no cambian el hecho de que al llevarlos a cabo el erario dejaría de percibir casi 10 billones de dólares en una década, y el magnate no habría indicado cómo compensaría esa pérdida.
Sin tener la manera de financiarlo, los recortes fiscales propuestos, se indica, no contribuirían realmente a mejorar las condiciones económicas de la clases media y trabajadora y en realidad a quienes más beneficiaría sería a los ricos.
Al final, salvo que se presenten detalles más específicos, el plan de Trump sería por lo pronto un ariete para tratar de mermar a Clinton con ciertas propuestas que serían atractivas a su base de seguidores y a independientes y moderados y, por otro lado, aplacar a ciertas fuerzas dentro del Partido Republicano y de los conservadores que pujan por desregulación y reformas fiscales compatibles con su noción de capitalismo abierto y gasto público reducido.
Su vialidad más allá de la propaganda, en cambio, no está clara y tiene filos, pero su utilidad a fin de cuentas es coyuntural: ser una herramienta en la ácida lucha política (en la que Trump se ha rezagado por sus propias inconsistencias) rumbo a las elecciones del 8 de noviembre.






