
En de 1860, el sistema capitalista ya había sentado sus bases en la mayor parte de Europa. Pero en el país más desarrollado del mundo actual, Estados Unidos de América (EU), eso no sucedía. Esto fue posible hasta después de la terminación de la guerra civil, lo que posibilitó la unificación de EU. El norte industrial y republicano sometió al sur, agrícola, esclavista y demócrata. Así la primera fase, la de acumulación originaria del capital, estaba lista y la internacionalización de la economía, tocaba a la puerta.
A nosotros nos conquistó España, país agrícola, donde la Revolución Industrial lo abarcó hasta 1960. La segunda Revolución Industrial comenzó cuando se generalizó el uso de la electricidad, y fue estadounidense.
La primera Revolución Industrial inglesa. El Modelo de la Oferta sustituyó en la década de 1980 al Modelo de la Demanda. Dicho de otra forma, la capacidad de consumo, se cambió por la de endeudamiento. Esto trajo enormes consecuencias, por ejemplo, el modelo de protección social –se implementó para que la clase obrera se sintiese protegida y para comprar la paz social en un contexto de guerra fría–, ahora en crisis, corresponde al Modelo de la Demanda. En el Modelo de Oferta la necesidad del factor trabajo va disminuyendo, por la automatización de los procesos, por lo que la protección social ya no es tan importante. Reducir la desigualdad, para los grandes empresarios, ya no es prioritario, y no debe ser responsabilidad del Estado. Ahora cada individuo deberá encargarse de reducir su desigualdad con base en su responsabilidad.
Así empezó a despuntar el deseo suscitado por bienes y servicios que pueden no ser necesarios. Pero esta fase, también ya se superó, y ahora estamos en el Modelo de Oferta potenciado, en donde las TICs y la facilitación del endeudamiento hizo surgir la fantasía, que está más allá del deseo, es la época del capitalismo de ficción. Con el fin de la guerra fría se perdió el soporte ideológico y concedió el crédito masivo a la clase media, pero los salarios reales se estancaron. A partir de la década de 1970, todo empezó a cambiar.
Ahora conseguir un empleo de por vida es un sueño, un aumento progresivo de los salarios de los que tienen trabajo, es utópico; y garantizar ingresos mínimos en la vejez cada vez está más lejos.
En el consumismo actual, lo que importa es el disfrute de nuevas sensaciones, nuevas experiencias, no se trata de satisfacer necesidades. Por ejemplo, si traes un celular que está en muy buenas condiciones pero te ofrecen el de la última generación, lo compras. 1995 es considerado el año de la masificación del Internet. Dice Ernesto Sabato que estamos frente a un público deshumanizado. Obsesionado con su propio ego, hipnotizados por las desventuras y las ansiedades.
En el capitalismo consumista, el ciudadano se volvió anónimo e impersonal, la vida ahora se rige por las fantasías, no por la razón. Y la histeria colectiva, la neurosis y la angustia es el pan de cada día. ¿Cuándo perdimos el rumbo? ¿Por qué tanta atrocidad del crimen organizado? ¿A qué obedecen los actos terroristas que se agudizan cada día? ¿Desde cuándo la política pasó a ser una cuestión de exhibición, no de lógica? ¿Por qué fallaron las encuestas?
En las campañas pasadas los candidatos ganadores le apostaron a las emociones de los electores, no a las propuestas. Los especialistas en marketing político dicen que la gente no vota con la cabeza, lo hace con el hígado, el estómago y el corazón. E Ikram Antaki, sostiene: “A veces una situación de conflicto revela sentimientos que parecían olvidados; una emoción súbita o un movimiento de simpatía hacía un jefe carismático invaden una población, o se cristaliza una representación de odio vertida sobre un hombre o sobre un grupo que sirven de chivos expiatorios. Vemos momentos extremos de energía apasionada, luego fases de desencanto, de apatía y de amargura”.
¿Será qué esto está sucediendo ahora? El ciudadano en su decisión expresó la verdad que él advierte, sufre, y no la compartió antes. La expresión de su voto surgió, tal vez, de la fuerza feroz de su resentimiento. Las encuestas no mostraron los sentimientos guardados, las pasiones y las ansiedades de los electores. Por eso no hay que olvidar que los electores tienen ilusiones y esperanzas, y si no se les cumplen, castigan con su voto.






