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Después de los inesperados resultados del pasado cinco de junio, donde fracasaron las encuestas –también fallaron en España e Inglaterra–, seguimos analizando, principalmente, por qué se dieron esos resultados electorales. Creo que es necesario dilucidar lo que pasó, pero también es importante que nos presenten las propuestas de gobierno los que ganaron, porque el País y los estados necesitan salir adelante. En Oaxaca, con base en lo que publican los diarios, no se ve por dónde será la salida que requiere desde hace varios sexenios. Gabino Cué generó muchas expectativas en su llegada al gobierno estatal y ha sido un fracaso. En el caso de Veracruz, después de la elección el rumbo del Estado está a la deriva. El Gobernador electo, Miguel Ángel Yunes, hizo su oferta de campaña pensando tal vez que sería Gobernador para seis años y sólo será para dos años. |
Estamos más preocupados del futuro electoral de los partidos políticos y de sus posibles aspirantes que del desarrollo del País frente al bajo crecimiento económico que padecemos desde el 2008, el aumento del dólar, los precios del petróleo que no repuntan y los consecuentes recortes presupuestales; y, sumado a esto, la salida de Inglaterra de la Comunidad Europea y sus repercusiones económicas. Éstos no son temas en las agendas de los aspirantes y de los ganadores.
El PRI enfrenta ahora el fantasma de volver a ser desplazado. La incertidumbre de perder en el 2018 ocupa sus energías. Por el contrario, el PAN enfrenta el desafío de la unidad frente a tantas pasiones desbordadas. Los perredistas enfrentan su pase a la cuarta posición y la renuncia de su dirigente. Morena y su dirigente Andrés Manuel siguen embriagados por el crecimiento que han tenido. Los dilemas que enfrentan los estrategas y operadores de los institutos políticos dejan en un segundo plano el rumbo del País. Hoy las preocupaciones en las diferentes y variadas columnas y editoriales se centran más en: ¿Por qué nadie anticipó las dimensiones del fracaso tricolor, y que éste fuera cargado por los mismos priístas a la cuenta del presidente Peña Nieto y a los “tecnócratas” del gabinete? ¿Qué consecuencias futuras tendrá este fracaso electoral tricolor para la contienda Presidencial en el 2018 y para el País? ¿Seguirán empantanadas las reformas?
Con el resultado de las recientes elecciones se cimbró el escenario de la política nacional y están cambiando las posiciones de las piezas y jugadores de cara a la sucesión Presidencial del 2018. Tan penetrante y alarmante resultó el “mensaje” de las urnas, que impactó todas las instancias de poder, y un mes después sus efectos siguen sin ser cabalmente asimilados por los principales actores, víctimas o beneficiarios del sorpresivo vuelco en el equilibrio de fuerzas regionales. Y más aún. ¿Qué va a suceder si gana Donald Trump la elección en el país vecino? ¿O si gana Hillary Clinton, crecerá la opción por Margarita Zavala?
En los estados donde se eligieron gobernador y alcaldes, ahora, en lugar de preguntarse por el resultado electoral, sólo queda aceptarlo democráticamente y asumir el lugar en el que cada uno ha quedado, porque de seguir en las disputas postelectorales, la crisis se puede tornar más peligrosa que la actual. Ahí está el ejemplo de Venezuela. Ya más que buscar explicaciones de por qué y cómo votaron los ciudadanos, ahora debemos respetar esa decisión y sacar las consecuencias lógicas para los intereses de cada Estado y de México. Cada candidato ganador debe asumir sus responsabilidades, para conseguir que se produzcan pronto las condiciones que posibiliten hacer gobiernos estatales capaces de tomar decisiones en bien del Estado y del País. Los sistemas de pensiones; la implementación de la Reforma educativa; la regeneración democrática; entre otros asuntos, deberían ser puestas sobre la mesa por cada candidato ganador.
Frente a este panorama, los partidos que se preparan para las elecciones del 2017 y el 2018, y los que ganaron gubernatura en sus estados no deben perder de vista que la demanda más sentida que registraron los estudios demoscópicos era que se pusiera fin a la corrupción de los gobernantes. Y sobre esa lógica votaron los ciudadanos. Ahora unos y otros deben considerarla muy seriamente, los electores ya saben que su voto cuenta y siguen exigiendo justicia y transparencia, ya probaron el voto de castigo.






