18 de julio de 2016
Donald Trump no tenía, al parecer, la mejor mano en la baraja para escoger a su compañero de fórmula en la candidatura vicepresidencial. Tras varios descartes y consideraciones, el magnate se decantó por el actual gobernador de Indiana, Mike Pence, dejando atrás a otros prospectos como el gobernador de New Jersey Chris Christie (demasiado liberal para muchos conservadores) o el exlíder de la Cámara de Representantes Newt Gingrinch (una figura de gran peso político pero indómita, en ese sentido demasiado parecida a Trump).
Por ello, como comenta FiveThirthyEight, en Pence el magnate habría hallado a un “republicano genérico” de talante firmemente conservador pero con posiciones políticas tradicionales. Es decir, un político que tenga el favor de las bases conservadoras por sus posiciones en asuntos sociales e ideológicos clave para ese grupo de votantes y que al mismo tiempo sea bien visto por el liderazgo y el aparato del Partido Republicano por sus posiciones convencionales.
El virtual candidato presidencial republicano Donald Trump y su elegido para ser candidato a vicepresidente, el gobernador de Indiana Mike Pence. (AP)
Esa suerte de balance sería lo que Trump habría buscado para compensar sus propias peculiaridades y tratar de redondear su mancuerna política de cara a los votantes de derecha que aún están renuentes a apoyarlo y a aquellos moderados e independientes desafectos de Hillary Clinton pero que ven al magnate como demasiado extremo y divisivo.
Pence sería así la mejor selección para Trump, pero eso no significa que ambos tengan plenas coincidencias entre sí ni que Pence (como ciertamente tampoco Trump) esté en cabal sintonía con la trayectoria y la perspectiva ideal o preferida de conservadores y republicanos.
Por ejemplo, Pence amplió Medicaid en Indiana en el marco de la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare), si bien en un modelo ajustado en el que se incluyen cuentas de ahorro personales, como comentó el periódico The Washington Post. Ese aval a Obamacare no es bien visto por muchos republicanos, abiertamente deseosos de abolir esa ley. Pero eso no habría sido obstáculo para Trump, quien aunque quiere eliminar Obamacare ha dicho que no lo haría por completo (apoyó, por ejemplo, el mandato de no negar cobertura por enfermedades preexistentes). En ello ambos tendrían una flexibilidad compartida, aunque eso genere malestar en muchos conservadores a ultranza.
Pero hay otras cosas en las que Trump y Pence han diferido. Por ejemplo, como comentó CNN, Pence a lo largo del tiempo ha mostrado su rechazo a algunas de las posturas clave de la campaña de Trump.
Pence dijo en su momento que el plan de Trump de impedir la entrada al país de musulmanes era “ofensiva e inconstitucional”, rechazó las críticas de Trump a la herencia mexicana del juez Gonzalo Curiel (que lleva el caso de Trump University), se ha opuesto al juego y los casinos (el magnate debe mucho de su riqueza a ello), ha apoyado el libre comercio y los acuerdos comerciales TPP y NAFTA (que Trump ha vilipendiando), votó a favor de la guerra de Irak impulsada por George W. Bush (Trump consideró a esa invasión un error al que se opuso desde el principio), ha tenido una postura moderada en inmigración (Trump en cambio pide muro con México y deportaciones en masa) y ha repudiado por completo a Planned Parenthood (mientras que Trump sólo censura sus servicios abortivos pero no los de salud reproductiva).
Por otro lado, Pence ha estado en el ojo de un huracán político por sus actitudes y políticas ante la comunidad homosexual y el matrimonio gay. Mientras que Trump se ha visto moderado en esos asuntos, Pence encabezó en Indiana el establecimiento de las llamadas leyes de “restauración religiosa” que en aras de preservar el derecho de cada persona a profesar la religión que quiera y vivir libremente bajo sus preceptos, legalizó prácticas de discriminación en contra de la comunidad homosexual.
Incluso, como comentó el portal Vice (http://www.vice.com/read/everything-you-need-to-know-about-mike-pences-homophobia), Pence ha sido criticado por tener actitudes homofóbicas y encabezar una actitud ultraconservadora en contra de la comunidad LGBT. Trump, en cambio, se ha mostrado tolerante ante esa población.
Además, durante su etapa como congresista, antes de llegar al gobierno de Indiana, Pence fue un conservador tradicional e integrante del liderazgo partidista, justo el grupo político contra el que Trump ha despotricado con frecuencia, como comentó Politico.
El curioso logotipo de la mancuerna electoral republicana de Donald Trump y Mike Pence. (AP)
Al final, en el pragmatismo político esas diferencias serían superables o ya pasadas y Trump habría tomado su decisión con la mira puesta en ganar las elecciones y en tener a un vicepresidente con la experiencia y orientación política de las que él carece, como ha dicho en el pasado.
Pence sería en esa lógica la mejor opción disponible y ayudará a Trump a mitigar las animadversiones que aún le tienen muchos republicanos.
Sea como sea, una vez que Pence (y el propio Trump) sean avalados por la Convención republicana, aún está por verse cuál será el efecto real de esa candidatura vicepresidencial en el resultado de noviembre. FiveThirtyEight indica que dado que lo más probable es que Trump gane el estado de Indiana, la candidatura de Pence no le ofrece ventajas sustantivas al Partido Republicano, como lo habría sido de haber elegido a un influyente político de Ohio, Virginia o Pennsylvania, estados que podrían ser decisivos en las elecciones. Y ciertamente Pence es poco conocido a escala nacional a diferencia de Christie y Gingrich, pero por ello tampoco arrastra los lastres de los otros dos.
Los votantes posiblemente no estallarán de entusiasmo a escala nacional ante la figura de Pence, pero a muchos del ámbito conservador y de la derecha les dará el confort de que dará balance ideológico a Trump (a quien se le ha criticado justamente de no ser un verdadero conservador), mientras que presentará a moderados y externos la noción de que en materia de políticas públicas y experiencia en Washington habrá una figura que matice los exabruptos del magnate.
Eso no les garantiza derrotar a Hillary Clinton, quien sigue arriba en las encuestas y posee un aparato de campaña más grande y pertrechado que el de Trump, pero sí comienza ya a completar el róster de los protagonistas de la contienda que, de aquí al 8 de noviembre, tendrá en vilo político a Estados Unidos.






