Viktor Frankl nació en Viena, Austria, el 26 de marzo de 1905, en el seno de una familia judía. Su vida se forjó en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Desde joven se interesó en la psicología. Estudió medicina en la Universidad de Viena, se especializó en neurología y psiquiatría. Antes de ser trasladado a un campo de concentración se dedicó a la psiquiatría. En 1938, las tropas de Hitler invadieron Austria. En septiembre de 1942, Frankl, su esposa y sus padres fueron deportados a un campo de concentración cercano a Praga, el Theresienstadt, luego lo cambiaron a Auschwitz y finalmente estuvo en dos campos de concentración: Kaufering y Türkheim. Fue liberado el 27 de abril de 1945.
Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido”, desde su visión psiquiátrica nos narra la vida psicológica de los prisioneros en los campos de concentración. En el texto nos expone que, incluso bajo las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar el sentido de la vida. Cuando logró verbalizar las monstruosidades vividas en el campo de concentración, también liberó la salvaje indignidad sobrellevada, purificó su conciencia de rencores y resentimientos. Y a partir de estas sistematizaciones maduró su enfoque terapéutico: la logoterapia, el moderno análisis existencial, que se conoce como la Tercera Escuela Vienesa de Psicología. La primera fue la del psicoanálisis de Sigmund Freudy la segunda la psicología individual deAlfred Adler. Cuando Viktor Franklllegó al campo de concentración, ya era un psiquiatra muy reconocido.
Viktor Frankl sintió en carne propia lo que significa ser un alma desnuda. En las condiciones del campo de concentración, nos comparte que no era el dolor físico lo que más lo hería, sino la humillación y la indignación por la injusticia. Para salvarse de que los mandaran a la cámara de gas un prisionero les recomendó: afeitaros a diario, manteneros siempre erguidos, andad con soltura. Aunque reconoce: “Cuando hay que enfrentarse a una situación inevitable, inaceptable e irrevocable (una enfermedad incurable, un cáncer terminal), la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el sufrimiento. El valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente a él, en la capacidad de soportarlo”. Por eso lo fundamental es encontrar el sentido de la vida, y no debe buscarse dentro del ser humano o de la psique, sino que debe buscarse en el mundo. Pero, ojo, también acota: “El sufrimiento evitable debe combatirse con los remedios oportunos; no hacerlo sería masoquismo, no heroísmo”. Con la firme convicción de la transitoriedad de la vida, sostiene: “Nada puede deshacerse y nada puede volverse a hacer”.
En su libro nos habla de temas muy ad hoc a la situación que padecemos actualmente. Al perderse las tradiciones por el desarrollo de la sociedad globalizada o sociedad líquida, como la define el sociólogo Zygmunt Bauman, “el hombre carece del instinto que guía su conducta, y con frecuencia no sabe cómo comportarse. Por ello, hace lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas quieren que haga (totalitarismo)”. Otro punto es el relacionado con el concepto de libertad. Frankl señala que “la libertad corre peligro de degenerar en mera arbitrariedad, salvo si se ejerce en términos de responsabilidad” y dejó una exhortación: “… que la estatua de la Libertad en la costa este de los Estados Unidos se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa oeste”. También señala que cada época tiene su propia neurosis colectiva y su propia psicoterapia para vencerla ¿Cuál será la neurosis colectiva del mundo actual? ¿Votar por propuestas que después de ser votadas –las que ofrecen corregir corrupciones e inseguridad, el Brexit, la elección presidencial en España para resolver el interinato– tampoco vislumbran soluciones?
Para finalizar, ¿qué es el sentido de la vida? Es una acepción frankliana, muy sencilla y natural: amores, amistades, proyectos, obligaciones, ilusiones, nostalgias. Son los quehaceres que se dirigen hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea para realizar un valor, bien para alcanzar un sentido o para encontrar a otro ser humano.






