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“Devolver odio por odio multiplica el odio, añade una oscuridad más profunda a una noche ya desprovista de estrellas. La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacer eso.” ― Martin Luther King
Fatídico es el hecho de odiar lo que nos parece que no encaja en nuestro mundo, pero peor aún, es odiar sin fundamento alguno.
La tragedia ocurrida en el bar gay de Orlando, Florida nos recuerda que vivimos en una sociedad sumamente intolerante, que no sabe cómo lidiar con las diferencias. En uno de los reportajes que tuve la oportunidad de ver en televisión, escuche que el padre del agresor mencionaba que el móvil del crimen no podría haber sido algo religioso, debido a las conjeturas que se sacaron en base a su doctrina religiosa (musulmana), sino más bien, algo de carácter homofóbico.
Una y otra me parecen aberrantes, entendiéndose como algo totalmente fuera de la realidad, porque no percibo un odio patológico hacia una tipo de raza, ni hacia un tipo de religión. Creo que a fin de cuentas, los dos pueden considerarse como actos además de violentos, despreciables, realizados con odio y desprecio; y no un odio atribuido por algo o alguien que te causó daño, sino un odio tomado como personal.
Todas las personas que fallecieron esa noche tenían familias, amigos, parejas, conocidos y estoy casi segura de que ninguno de ellos quería que pasara eso. Pensemos en nuestros familiares y/o amigos más cercanos, ¿nos gustaría que les pasara algo similar? Te aseguro que no, sea cual sea la religión o raza, o sea cual sea su preferencia sexual.
Hace más de 70 años un hombre que sentía odio hacia los demás, generó un nazismo tan profundo que arrastró la muerte de 6 millones de judíos, entre ellos bebés y niños que a nadie hacían daño. Buscaba la perfección de una raza única que fuese exactamente como él quería.
Muchas personas se indignaron con los hechos, pero en sus casas siguen criando a machos intolerantes a la diversidad, precursores de lo arraigado y obsoleto, pero que para su conveniencia es lo que debe seguir funcionando como sociedad. Siguen enseñando a odiar, porque les parece más fácil que enseñar a amar o a perdonar, o que se escudan bajo la frase: “a mí no me enseñaron a ser así”.
Por esta razón, la actitud de los padres, con cierta justificación de los hechos, es lo que más me sorprende, al creer que pudiese haber sido por preferencias sexuales. ¿Qué es lo que como sociedad le estamos inculcando a las nuevas generaciones?, ¿A eliminar lo que no te agrada?, o ¿A odiar a los demás?
Me parece ilógico que existan personas que critique y que juzguen a las personas por sus preferencias sexuales, mientras proclaman amor al prójimo y se dicen servidores de los demás. El odio y el amor son dos cosas sumamente diferentes. El odio es una emoción sumamente negativa, poderosa y altamente peligrosa.
¿Cuál es la mayor problemática con el odio? Al parecer, es una emoción fácil de contagiarse a los demás y muy difícil de controlar. Es por ello, que muchos al ver el maremoto que causaron un simple comentario o una simple acción, y que luego no pueden parar la ola de actos violentos que se generaron con tanto su odio hacia los demás.
¿Por qué se genera el odio? Al sentir amor, admiración o afecto por los demás, se ha comprobado científicamente, que son emociones muy intensas, que al ser destruidas o dañadas tienen que reponerse por otras igual de intensas, tales como el odio, es por ello que el odio es para muchos una forma de sobrevivir. Produce energía suficiente para compensar el dolor y seguir viviendo.
Si como padre tuvieras hijos bajo alguna de las condiciones mencionadas anteriormente, ¿Estarías de acuerdo en que se violaran sus derechos como persona y como ser humano?, ¿Permitirías que fueran menospreciados, y/o abusados, corrompidos o dañados física y/o verbalmente?, ¿Perderías una amistad porque decidió pertenecer a otro grupo o clase social?
Si respondiste si a alguna de estas preguntas, creo que deberías preguntarte si vale la pena perder personas por creencias o ideologías contrarias o por odios arraigados de generaciones pasadas y de mentes retrógradas.
Decía Gandhi que la felicidad se alcanza cuando lo que pienso, digo y hago están en armonía. Entonces, cómo es posible que digas que amas al prójimo cuando al voltearse le clavas la puñalada en la espalda, o esperas que alguien más lo haga. Es incongruente hablar de amor y hacer acciones con odio, una cosa no encaja con la otra.
El hablar mal de los demás, o al tratarlos de mala manera, denota la mala percepción que tienes de los demás y la que tienes de ti mismo como persona. No pidas respeto, si no lo das. Si estás en desacuerdo con la forma de ser de otra persona simplemente no convivas con ella, ignóralo, nadie te obliga a escuchar o estar con alguien con quien no quieres estar. Tú eres dueño de tus decisiones y de tus palabas, respeta la forma de ser de los demás, controla tus emociones, vive y deja vivir y convive en paz.
Y para qué son las alas, sino más que para volar…