Una opinión, una verdad
La familia está fundamentada en la naturaleza humana, pues su don es la vida misma. La familia es la base de todo entendimiento, ¡cuán maravilloso es su quehacer!
La familia es una realidad, es una verdad; por lo tanto, su función y presencia no podrán quedar desapercibidas. Cada matrimonio propicia el nacimiento de una familia, por ello es la institución social más importante. Cabe mencionar que las uniones igualitarias no son matrimonio, puesto que su razón de ser para nada atiende los objetos propios de toda familia, mismos que consisten principalmente en velar por la vida y por los valores universalmente establecidos.
En su exhortación apostólica postsinodal, «Amoris laetitia», el papa Francisco establece que en “el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales han hecho notar que en los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia […]»”.
La Iglesia no rechaza al pecador, sino al pecado que corrompe al ser humano. “Pero Jesús se volvió y le dijo: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!»” (Mt 16, 23).
Debemos procurar agradar a Dios en toda ocasión. La voluntad de los hombres no siempre se encuentra en armonía ante la voluntad del Padre, mas no se debe reprochar a propósito de tan juiciosa y entrañable intención divina.
Dios nos ama, y vela por nuestro bienestar, por ello encomendó el cuidado del mundo a su Iglesia. “Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Vida eterna” (Jn 6, 68).
Redacción: Kevin Jared Martínez Márquez.
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