Los distintos procesos de construcción de sociedades, fundamentalmente, urbanizadas, acarrean consigo una serie de interacciones entre los distintos grupos que participan de este proceso en el cual, los del lado hegemónico o de poder al precautelar sus propios intereses personales y grupales, excluyen y condicionan la participación y estilos de vida de los que son considerados “no aptos” de pertenecer a esta élite. Es así que, se van edificando los espacios y escenarios propios de desarrollo de cada uno de estos grupos: los que mantienen el poder por niveles o estados con más recursos y; aquellos donde los niveles, el acceso, uso y pertenencia de los recursos son cada vez más restringidos y escasos. En este marco de competencias, para unos y para otros se generan y en algunos casos se perpetúan, formas de interacción que se basan en estos procesos de exclusión social. Mientras unos tienen la posibilidad de generar, usar y hasta desaprovechar los recursos, para otros es impensable generar y acceder a estos recursos para su desarrollo.
Los niños, niñas y adolescentes trabajadores se enfrentan a una multitud de problemas, al pasar la mayoría de su tiempo en las calles, son más vulnerables frente al abuso sexual, explotación sexual, violencia física, psicológica, uso indebido de drogas, el involucramiento en pandillas, delincuencia, entre otros.
Su situación se agrava más aún ya que en la calle no acceden a servicios básicos, circunstancias que los hacen más susceptibles a adquirir las patologías propias para su edad y a otras facilitadas por mala higiene como piodermitis (sarna, piojos, hongos, infecciones por bacterias), parásitos intestinales, diarrea, infecciones respiratorias, odontológicas etc…
La realidad social de nuestro país lleva a muchas familias a vivir situaciones de pobreza, carencia de trabajo y bajos niveles de escolaridad, siendo víctimas de la explotación y exclusión, lo que en ocasiones les obliga a enviar a las calles a sus hijos o hijas. Las actividades de estas poblaciones se presentan en mayor proporción en el sector informal, venta de productos y acompañamiento a sus padres o referentes adultos en estas actividades.
En el aspecto político el trabajo infantil se asocia a la insuficiencia y o la falta de respuesta de las políticas públicas ante la pobreza y su consecuencia según sea el enfoque que tenga la política pública estas pueden incidir con mayor o menor fuerza en la prevención y la radicación del trabajo infantil.
La explotación es un hecho que azota en especial a países en vías de desarrollo pero en el mismo se ven implicados los países industrializados.
El trabajo infantil, o como lo designa Antonio Cuadri, la explotación infantil, arranca de raíz toda posibilidad de futuro para nuestros niños y adolescentes. Los excluye de la educación, los aleja de toda probabilidad de desarrollo intelectual, le quita el derecho de esparcimiento, la inocencia y sobre todo vulnera la integridad de los niños.
30 de abril, día del niño; 01 de mayo día del trabajo… ¡vaya ironía!






