En nuestro entorno se siguen dando (y los medios de comunicación dejan puntual constancia de ello) toda una serie de agresiones ejercidas por hombres hacia las mujeres, toda una serie de comportamientos violentos denominados genéricamente violencia contra las mujeres y, más recientemente, violencia de género.
El reconocimiento de este fenómeno es relativamente reciente, pero está siendo asumido paulatinamente por los diversos organismos internacionales. Prueba de ello son, entre otras, las siguientes consideraciones.
En 1948, la Declaración Universal de Derechos Humanos sentó las bases para la creación de convenciones internacionales de derechos humanos.
De una manera más específica, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), junto con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, prohibió la discriminación por razón de género.
La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979) es el instrumento internacional más extenso que trata los derechos de la mujer y, aunque la violencia no se aborda de modo específico, muchas de las cláusulas anti-discriminación suponen, de hecho, una protección ante esa violencia. En 1992, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), que vigila la ejecución de esta Convención, incluyó formalmente la violencia por razón de género como discriminación por razón de género. Concretamente, la recomendación general número 19, adoptada en el XI período de sesiones (junio de 1992), trata en su totalidad de la violencia contra la mujer y de las medidas a tomar para eliminarla.
Cuando una mujer es excluida, descalificada, discriminada, tratada con aversión, desprecio, control, golpes, abusos, tortura, violación, mutilación, hasta llegar al punto de ser asesinada, ésta es víctima de misoginia. El odio a las mujeres es la manifestación extrema del conflicto entre lo masculino y lo femenino.
La misoginia está ligada a la cultura, se encuentra en las sociedades que construyen sus valores desde una visión patriarcal, de dominio del hombre. Aquí la mujer es desvalorizada por el simple hecho de ser mujer y su relación con el hombre se basa en la opresión y la desigualdad.
Las palabras del cantante Julión Alvarez son llamativas; el presidente Peña Nieto hace algunos meses, refirió que dicho cantante era un ejemplo para la juventud mexicana; y guste o no es un referente para millones de mexicanos.
Pero eso sólo es la punta del iceberg. Con o sin Julión, el problema es grave.
Entre la misoginia y la música, hay un paso, entre la música y el reflejo del modo de pensar de una sociedad…no hay distancia.






