El corporativismo mexicano conformado en la década de los treinta, con sus antecedentes en la CROM de los años veinte, combinó la representación de intereses de los trabajadores con la intermediación y subordinación de estos frente al Estado y las empresas. Cuando hubo representación y en las diversas formas de intermediación, en general no se dio a través de formas democráticas de selección de las dirigencias y de toma de decisiones. Se trató más bien de un corporativismo autoritario subordinado al Estado.
Pero el Corporativismo mexicano también fue una forma de gobernabilidad “extraconstitucional”, paralelo al Parlamento y a la lógica ciudadana. Para que esta gobernabilidad funcionase no bastó que el Estado apoyase el monopolio de la representación de los sindicatos corporativos a través de medidas legales y extralegales sino se nutrió de un amplio sistema de intercambios con las bases obreras a cambio del orden social, el apoyo a las políticas gubernamentales en lo económico, político y social y el voto por el Partido hegemónico.
Dos factores han contribuido a la crisis estructural del corporativismo mexicano desde los años ochenta y con toda claridad en los noventa: por un lado, la transformación del Estado hacia el Neoliberalismo, el Estado neoliberal no trata ya de inducir el crecimiento de la demanda agregada a través de su gasto ni llevando los salarios a la alza, sino que esta se deja a las libres fuerzas del mercado. Al dejar de inducir la demanda, el Estado neoliberal afectó a algunas de las formas principales de los intercambios que permitían la reproducción del corporativismo: el Estado deja de ser el medio para conseguir, como parte de la gran negociación política, los aumentos salariales y las prestaciones; la decadencia de la seguridad social y su privatización subterránea de los servicios de salud, de pensiones y seguros de vida privados, así como la focalización del gasto social hacia la extrema pobreza que poco toca a los trabajadores asalariados, especialmente de los gremios importantes políticamente; las privatizaciones directas que, excepto en el caso de Telmex, se han traducido en recortes de personal, disminución de prestaciones y prerrogativas para los sindicatos y flexibilizaciones unilaterales de los contratos colectivos de trabajo. Es decir, el Neoliberalismo para la relación Corporativa ha significado una crisis de Intercambios.
Por otro lado, han afectado a los sindicatos corporativos las reestructuraciones tecnológicas, organizativas y sobre todo en las relaciones laborales de las grandes empresas desde la década de los ochenta.
El corporativismo sindical está en crisis, pero por sí misma, no es una buena noticia. Mientras el sindicalismo no retome su origen, no habrá cambios.






