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¿Masculinidad?

En México, cada 15 segundos es agredida una mujer, en la mitad de las familias se registra alguna forma de violencia y en uno de cada tres hogares existe maltrato emocional, intimidación, abuso físico y sexual contra las mujeres.
Estudios realizados por organismos nacionales e internacionales como el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y la Encuesta Nacional de los Hogares, así lo indican.
La misoginia y la ideología machista, vigentes en el país, son parte de un sistema patriarcal que durante generaciones engendró una violencia “normalizada” contra las mujeres, hasta hacerla parecer como natural, a tal grado que muchas no la identifican como agresión, dice el documento del VII Encuentro Internacional de Estadísticas de Género en el Marco de las Metas del Milenio, publicado por el INEGI.
La mayoría de denuncias provienen de mujeres con algún grado de preparación, pues la violencia en contra del género afecta tanto a profesionistas como a mujeres con bajo nivel educativo; no distingue posición social o económica.
Al ratificar los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos, el Estado mexicano se comprometió a respetar los derechos contenidos en los tratados; tomar las medidas legislativas y administrativas para que las personas puedan ejercerlos y llevar a cabo acciones para asegurar su cumplimiento.
Sin embargo, “del 2003 a la fecha, organismos internacionales, como la ONU, Cedaw, Relatores Especiales sobre violencia contra la mujer, OEA y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) han hecho a México 200 recomendaciones por violaciones a los derechos humanos de las mujeres.
En las últimas décadas, y al compás de las vindicaciones feministas a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, los estudios sobre la identidad femenina se han ocupado de indagar sobre la tupida red de mediaciones subjetivas y culturales (desde el origen sexual hasta el entorno familiar, el uso del lenguaje, la influencia del grupo de iguales, de la institución escolar, de la tradición religiosa y cultural o de los textos de la cultura de masas etc…) que influyen de una manera significativa en la construcción social de la feminidad y del imaginario femenino a la vez que han mostrado con claridad cómo la dictadura del patriarcado ha tenido y sigue teniendo aún hoy efectos indeseables de opresión, desigualdad y violencia en la vida íntima y en la vida pública de la mayoría de las mujeres del planeta.
Por el contrario, la identidad masculina no ha sido objeto hasta hace unos años de un estudio y de una indagación crítica semejantes orientados a mostrar el modo en que la construcción social de la masculinidad está en el origen tanto del aprendizaje cultural de las diversas formas de ser hombre en nuestras sociedades como de esa opresión, desigualdad y violencia que sufren tantas mujeres en el mundo.

CÉSAR FELIPE DE LA ROSA
@cesaritodurondr