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Una opinión, una verdad

Esperanza perruna
Redacción: Kevin Jared Martínez Márquez

He tenido una breve discusión con mi hermano mayor. Mi esperanza en que mi consejo fuese escuchado, y sobre todo atendido, se escabulló por entre muchas otras esperanzas que aún viven dentro de mí.

—Ya tengo un perrito como mascota —comentó mi hermano.
—¿Lo adoptaste? —pregunté rebosante de alegría.
—No, lo compré.
—¿Por qué? —me desconcerté—. Hay muchos perritos en los albergues en espera de una familia que los ame mucho.
—En los albergues no iba a encontrar del tipo que yo quiero.
—¿Tipo?
—Sí, un perro de raza —aclaró mi hermano.
—Pero los perros no son cosas como para clasificarlos por tipos —establecí de inmediato—. Eso de las razas es absurdo, todos son perros por igual.

Y eso es cierto, todos son perros por igual. Los albergues caninos resguardan a muchos perritos que fueron maltratados y abandonados, otros tantos enfermaron y fueron apartados por su mera situación. Los perritos de los albergues cuidan de esa esperanza perruna de tener una familia, de tener apapachos doquier. Los perritos, y todos los otros animales (sean mascotas o no), saben lo que es amar, pues aman como nunca nadie lo ha hecho. Lo importante no está en lo sedoso de sus pelajes, sino en lo sedoso de sus corazones.

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