Una taza y dos de cultura.
Por: Sergio Arévalo

Me encontraba en un domingo familiar, de esos en los que pareciera que te pagan por comer y basta con que des un nombre a la mesa para que le saquen los trapitos al sol (yo se que eso no se da  casi en su hogar), mis sobrinos veía televisión, se encontraban cambiándole de canal buscando algo de caricaturas y le detuvieron en el  momento que pasaban imágenes del desastre que llegó a Francia provocado por terrorismo hace días, uno de ellos dijo “es más sobre Francia, cámbiale”, el otro sin inmutarse lo obedeció para terminar viendo a Pepa la Cerdita.
No era la primera vez que veía un cierto desapego a los acontecimientos que suceden en  el mundo que nos rodea, alguna vez en un centro comercial me tocó escuchar un tiroteo, la reacción del público fue ubicar de donde venía el tiroteo y al asegurarse que había una distancia considerable que los mantuviera a salvo volvieron a su trabajo.
Julio Verne ni en su más alocada historia (y vaya que tenías unas muy fuera de lo común para la época), debió de imaginarse la situación en la que se vería su amada patria, como el ser humano dejaría de luchar por buscar más allá por buscar la forma de atacar, ver venganza sin tener una razón justificable para tantas muertes.
Víctor Hugo lo conocemos por escribir  Inferno, mucho se ha estudiado de cada una de las líneas que el parisino nos dejó como legado, yo le preguntaría ahora  ¿en qué inframundo deben de ir aquellos que matan inocentes?  El autor  lejos estaba de imaginarse que el hombre mataría a otro hombre a nombre de la justicia teniendo un puñal por la espalda llamada “intereses particulares”.
El adorado Principito, creación de Antoine de Saint-Exupéry, invadió las redes sociales con su imagen abrazando la torre Eiffel, claramente consternado por lo que pasaba en su patria. Alexandre Dumas creó una batalla entre mosqueteros, pero jamás con tanta sangre y barbarie como lo que vemos de un tiempo a la fecha a través de los medios de comunicación tradicional y digital.
Intelectuales de origen sirio han escrito durante años sobre el amor al prójimo, la cultura de la paz, el conocerse así mismos, ¿qué está pasando? Por qué permitimos que las letras queden en eso y no dejamos que penetren en nuestras almas.
Decir quien está en lo correcto sería una discusión que nunca pararía, ¿dónde quedó el amor al prójimo?, dónde quedó la filosofía en donde se decía que todos veníamos de un mismo lugar, ¿se ha perdido la clase de geografía en donde se explicaba la evolución del hombre? Quiza hemos evolucionado como hombres, pero tal pareciera que hemos retrocedido como seres humanos, como hombres con corazón.
Termino estas líneas con una frase de Pascal que me llegó al alma:
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?

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