Alas para volar…
@DanielaCarlos
La raíz del miedo
Buscando la paja en el ojo ajeno.
Siempre he pensado, que hablar sobre temas de religión o política, es entrar en un mundo de controversias donde nadie y al mismo tiempo todos, tienen la razón.
Con los recientes hechos acaecidos en días pasados, sobre los ataques a París, muchas personas se solidarizaron con este hecho y hasta cambiaron su foto de perfil en una de las redes sociales con mayor demando en el mundo, teniendo como fondo a la bandera de Francia.
Luego cuando los hechos ocurrieron en Siria, no vi que alguna persona pusiera la bandera de dicho país, y sin embargo, en los atentados y ataques hacia esta ciudad fallecieron cientos, si no es que hasta miles de personas, incluyendo mujeres y niños.
Pensarán que merecido se lo tenían por haber atacado primero, pero yo creo que no todos están en la misma postura de conflicto. Al contrario, creo que somos muchos más las personas en el mundo que anhelamos paz en lugar de guerra, prueba de ello, fue el musulmán que se plantó en medio de una plaza en París con los ojos vendados, dando abrazos a quien lo permitiera, tratando de mitigar el dolor de la pérdida que sufrieron los familiares de quienes fallecieron en los atentados.
Pero, a pesar de nuestros grandes deseos, las cosas no siempre pueden ser como quisiéramos y mucho de ello se debe a que así lo hemos permitido. Nos quejamos de la guerra y exigimos al gobierno y al mundo entero paz, mientras nosotros vivimos en una guerra constante en nuestros hogares y hasta con nosotros mismos.
¿Cómo podemos exigirle al mundo algo que ni siquiera nosotros podemos darnos en nuestro entorno más cercano o con nuestros seres queridos?
No somos capaces de escuchar a alguien para conocer su punto de vista, pero si queremos opinar por los demás; no podemos aceptar las diferencias de género, pero si nos solidarizamos en las redes sociales con este tipo de causas; queremos que no existan diferencias, pero no somos capaces de aceptar los gustos de alguien más; queremos que la humanidad tenga fe y no podemos respetar las creencias religiosas de los demás, porqué simplemente no aceptamos que alguien sea diferente a mí, que no piense como yo, que no crea en lo que yo creo, o peor aún, que no crea en nada, ¡eso sería un sacrilegio!
¿Por qué todo aquello que es diferente a nosotros nos causa tanto temor? ¿Por qué no aceptamos simplemente las cosas como son? ¿Por qué esa necesidad de imponerme ante los demás, de decidir por los demás y de castigar, criticar y/o juzgar a quien decide externar lo que siente y lo piensa?
Los seres humanos somos tan complicados en algunas ocasiones, que queremos arreglar el mundo cuando no podemos reparar o curar las heridas de nuestras propias batallas.
El miedo es una de las principales causas a mi forma de ver las cosas, de todos los males existentes. Si tengo miedo, es porque no quiero perder algo, llámese objeto, estatus, bienes, reputación, familia, amigos, en fin, todo aquello que me brinda confianza, por eso, cuando sentimos que perdemos aquello que nos da “seguridad”, vienen los efectos colaterales, los cuales nos provocan realizar cosas que nunca imaginamos o decir aquello que nunca pensamos, y si para ello tengo que sobrepasar a quien sea, lo hago y si para llegar a ser o tener lo que alguien tiene tengo que atacarlo, lo hago.
Y peor aún, están los casos en los cuales me molesta o me intimida que alguien piense, crea o sienta diferente a mí, y es éste mismo miedo lo que nos hace entrar en conflicto con nosotros mismos, creyendo que tengo que eliminar de cierta manera lo que no encaja en mi perfecto mundo y es entonces cuando surgen agresiones verbales, físicas y hasta con guerras mundiales, con tal de acabar con aquello que no es como yo quisiera que fuera.
De verdad que la evolución humana se frenó en el siglo XXI, porque más que entender y comprender las cosas, al grado de un razonamiento altamente cognitivo, hemos vuelto a la impulsividad, la agresividad, la intolerancia y por ende la ignorancia.
La humanidad definitivamente necesita con urgencia un cambio de creencias en nuestra civilización y tratar de encontrar solución a los paradigmas sociales y culturales que llevan cientos de años frenando el despunte del autoconocimiento, pero, antes de buscar la paja en el ojo ajeno, deberíamos ver la viga en el propio.
No podemos exigir lo que no damos, ¿quieres un cambio en el mundo?… ¡empieza por cambiar tu!

              




