El diván
Por: José Luis Cuevas
Sin duda que no hay nada que le siente peor a la clase política que aquellos temas o situaciones que les resulten difíciles de despegar y que provocan que los tengan que andar acarreando de mitin en mitin. Seguramente una de las causas de que esto se presente es darle soluciones simples a los problemas que por su indolencia a la hora de atenderles se han vuelto complejos.
Una semana ha tardado en pronunciarse el presidente mexicano respecto del tema que se ha derivado luego del fallo de la SCJN para el grupo SMART, otorgando licencia para que produzcan y consuman mariguana con fines lúdicos. El elegante retraso, casi como arrastrando la almohada todavía, llegó acompañado del despertar de diversos sectores de la sociedad con posiciones completamente contrarias entre sí.
Nada nuevo, una opinión idéntica a las del resto del tropel político que en las últimas semanas ha salido como en defensa de la moral sin impórtale que se atropellen en su avance las libertades de realización individual, las cual no está de más decir son multifacéticas; el titular del ejecutivo calificó la legalización de la mariguana como indeseable, sin embargo invocó al debate paras saber qué hacer en materia de políticas. El gobierno no salió a proponer sino a preguntar cómo le hace. Se agradece la consideración pero qué pasa con la falta de propuesta.
El antagonismo con que se enfrentan estas situaciones polariza, aún más, la ya fragmentada sociedad mexicana, a la cual el sistema político busca proteger, sin embargo se le ha olvidado revisar la fecha de caducidad de muchas leyes para ver qué tan vigentes son o no más allá de lo moral y que derivan no únicamente en el narcotráfico sino en otras actividades ilícitas que son igual o incluso aún más dañinas.
¿Será que la autoridad mexicana no se siente en el nivel competente para asumir el reto de actuar como aparato regulador de la producción, distribución, venta y consumo del enervante?
Cuando el gobierno implementó el programa casi emergente y urgente de reformar estructuralmente el país buscó anexarse en un mayor grado a la globalización, sin embargo cuando los temas son tabúes (despenalización de drogas, lo referente al aborto, entre otros temas) se cierran las fronteras y vale tres tercios de cacahuate lo que pase en el resto del mundo.
Qué aburridos son los fundamentalistas.
Aplazar lo inevitables es acrecentar las tensiones, que en este caso son sociales, es decir que pertenecen al colectivo y en México se amalgaman unas con otras. El gobierno se resiste a crecer, parece que le da miedo dar el siguiente paso hacia la madurez; el infantilismo psíquico sigue dominando a quienes toman las decisiones y no se han atrevido a manejar el timón del barco que navega en aguas bastante turbulentas por no haber cambiado de rumbo previamente.
Los prejuicios fundamentalistas que empolvan esta situación no permiten verla como un área de oportunidad para sanear las mermadas finanzas publicas tan noqueadas desde hace ya varios meses por la baja en los precios internacionales del petróleo. Monogamia
México puede influir en lo que pase en el mundo, tantas vidas perdidas y daños alrededor de este mercado tan lúgubre le dan el suficiente crédito para ser tomador de decisiones como se profiere en el argot económico.
La política es algo muy importante para dejarse en las manos de los políticos por ello hay que permanecer colectivamente vigilantes del rumbo que se le vaya dando al tema.






