Una taza y dos de cultura.
Por: Sergio Arévalo
@SergioHArevalo
Existen momentos y situaciones en la vida cotidiana que merecen más que un momento de reflexión. Podríamos ponernos densos hablando de situaciones sociopolíticas, criticar los alto salarios de los mandatarios lo bajo que se encuentra el salario mínimo, ¿qué te alcanza con $70.10 pesos diarios? Un galón de leche, una barra de pan y…. mejor cambiemos de tema.
Hace unos días una de mis tías se encontraba en el parque muy atenta viendo a un muchacho del otro lado donde ella se encontraba, el joven en cuestión aparentaba unos veinticinco años, tez blanca, barba de unos cuatro días, pelo negro, pareciera atractivo a primera vista, mientras mi tía lo estaba analizando, el chico se adentraba en su lectura: “Rayuela” (1963).
Mí pariente estaba sorprendida que un joven se interesara en una obra que a palabras de ella “era profunda y un tanto complicada de asimilar”, ella pensaba que ese tipo de libros ya no eran de interés entre los jóvenes, debido a que imparte la materia de literatura en la universidad y año con año es un martirio inculcar en sus pupilos el hábito de la lectura, por lo que ver un joven leer un libro “choncho” y de un autor como Cortázar le tenía realmente gratificada.
Cortázar para algunos no es más que un hombre que sale con frases de amor en redes sociales, pero Julio Florencio Cortázar fue más que eso, fue un traductor e intelectual nacido en Bélgica al que se le considera uno de los autores más innovadores de sus tiempos, de corazón amplio (y es que tuvo cuatro grandes amores durante su vida), amigo de Octavio Paz, Pablo Neruda y Carlos Fuentes (daría mi alma por haberlos visto a todos juntos en una carne asada), lector acérrimo de antiguos escritos clásicos, atraído por las obras literarias de vampiros y fantasmas (no, no creo que le gustará Crepúsculo), fue un hombre que nos dejó una gran herencia a todos: sus obras literarias.
¡Y el mundo no nos deja de sorprender! En lo que mí tía estaba viendo al chico en cuestión llego otro al cual el susodicho saludó con gusto dándole un afectuoso abrazo y… ¡Un beso en la boca!, así tal cual, el lector estrella ¡era gay!, esto me olía a problemas, ya que la tía tenía un pensamiento bastante al estilo santa inquisición, en ocasiones pensaba que en su bolsa guardaba una antorcha y leños verdes.
Ella se levantó de golpe yendo yo detrás de ella. No se dijo nada durante todo el día, se encontraba algo pensativa y seria. A la hora de la cena me dijo “¿los gays se aman?”, no supe que contestar. Ella me comentó que durante mucho tiempo pensó que la homosexualidad era excusa para desenfrenar bajas pasiones, satisfacer deseos carnales impuros sin sentimiento alguno, pero lo que había visto hoy le había cambiado la perspectiva.
Según ella, aquellos que se acercaban y disfrutaban a Julio y principalmente su obra literaria “Rayuela”, son personas con un sentido de la vida muy íntimo y con un corazón sensible, de no bastar esa referencia me dijo que el abrazo que le dio al que pareciera su pareja fue de lo más sincero y cariñoso que había visto en mucho tiempo “cosas como esas me demuestran que todavía puedo tener fe en la humanidad”.
Citando a Julio “¡Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas” se que existe un idioma universal llamado amor, y que ningún cumulo de salarios mínimos pueden comprar. Y un libro puede ser nuestro mejor secuaz para vivir el amor más intenso que jamás hayamos tenido.






