Alas para volar…
@DanielaCarlos

Nuestras tradiciones.
El adiós a los seres queridos.

Como cada día dos de noviembre, los ciudadanos acudimos a dejar flores a los fieles difuntos, como acto de una tradición que ha formado parte de nuestra cultura por cientos de años.
Siempre hemos creído que llevar una ofrenda nos hará sentir mejor, más si quedó alguna deuda pendiente con el difunto en cuestión. Creemos que las flores simbolizan una manera de agradecimiento por lo que nos dieron y la esperanza de que hay más vida después de la muerte y que sólo por un día, es posible convivir nuevamente con los seres queridos que ya no están con nosotros.
Lo curioso es, que en vida hacemos exactamente lo mismo. Damos obsequios caros para compensar el tiempo que no le dedicamos a nuestros seres queridos, llámense padres, hijas(os), esposa(o), etc. Y cuando ya no están con nosotros, vamos y les dejamos “n” cantidad de flores para que “se den cuenta” de que sí me importaba esa persona.
Por qué no mejor, aprovechamos el poco o mucho tiempo que tenemos para convivir con ellos, por qué no hablamos con ellos. Es tan común ver hoy en día que en las comidas familiares, los miembros de la misma sólo se dedican a masticar los alimentos, cuando antes, eran los momentos perfectos para compartir lo que se hizo durante el día. O bien los domingos familiares, que ahora son domingos de cama, pero cada uno en la suya, en su cuarto, en su cueva, que hasta para hablarse de un cuarto a otro lo hacen ¿por medio de mensajes? Y luego se preguntan porque hay tantas familias disfuncionales, pues porque la funcionalidad de la misma se perdió, el encanto de la pareja se lo llevó el viento, y el deseo por ser padres se quedó en el retrato de familia.
Pero eso sí, cuando fallecen, hasta parece concurso de llanto, a ver quién grita más, a quién le salen más lagrimas o lo más divertido que me ha tocado ver, quién era más amigo(a) de ella/él.
Pero bueno, en lo que estábamos, ¿qué no nos cuesta menos procurar a las personas que queremos que ir a llorarle cada año por lo que no hicimos en vida? ¡Yo creo que sí! Recuerdo mucho que mi abuela decía que en vida le regalaran flores, porque de muerta ella ya ni cuenta se iba a dar, y aún con estas estipulaciones, mis tías cada año adornan la tumba y hasta alternan el color por año.
Somos tan complicados a veces los seres humanos, que cuando tenemos la oportunidad de hacer las cosas diferentes dejamos que pase la oportunidad y hasta le abrimos la puerta, y cuando no, ahí estamos duro y dale.
Todos salen beneficiados de éste tipo de fechas, quienes venden las flores, los que le dan su manita de gato al panteón, los que venden comida afuera, que yo siempre he sido de la idea de que comer afuera del campo santo, es comer santos y diablos; los que brindan primeros auxilios, los que venden agua, porque como aquí el agua es muy escasas, pues aprovechan para hacer su agosto, pero sobre todo, el municipio, con la venta de lotes y la derrama económica que se deja de los familiares que vienen de fuera. Mínimo el compartir el pan de muerto en las escuelas y hacer el altar, nos da la oportunidad de convivir y de disfrutar momentos agradables.
Todo esto, para sentir que nuestros seres queridos aún están con nosotros. En lugar de ello, deberíamos honrar su memoria recordando los momentos que compartimos con ellos, el valiosísimo tiempo que nos brindaron y el amor que incondicionalmente nos regalaron.
Y recuerden: “Los regalos  más caros y valiosos no se llaman iPhone, joyas y automóvil, se llaman tiempo, amor y vida”.
Nos seguimos leyendo…

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