MI OPINION.
Adrián Garza Pérez
agpconsultor@gmail.com

“NO CORRUPCIÓN”, promesa de campañas.

Recién se celebró en la bella y pujante Guadalajara el FORO MÉXICO CUMBRE DE NEGOCIOS, organizado por el empresario y político, Miguel Alemán Velasco. Uno de los panelistas fue el economista Julio A. Millán. Entre otros datos alarmantes, comparto con ustedes este, que acompañó de una frase lapidaria: “La corrupción es un lastre para la economía mexicana. Tiene un costo equivalente del 4% del PIB (740 mil millones de pesos)”. Por su parte, María Amparo Casar,  Directora de Anticorrupción del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), opina: Se calcula entre dos y nueve puntos del PIB lo que cuesta la corrupción en México”.
Ricardo Anaya Cortés, apunta: “Los más pobres de México se gastan una cuarta parte de todo su dinero, el 25% de todo su ingreso en sobornos para tener acceso a trámites básicos como inscribir al niño a la escuela, Ministerio Público, etc.”. En el FORO coincidieron los líderes de las tres principales fuerzas políticas del país (PRI, PAN, y PRD). Todos admitieron compartir la responsabilidad en materia de corrupción. Un fenómeno nacional que todos conocen y reconocen. Una materia que todos cursarnos y todos reprobamos. Que honestidad republicana, reconocer que hay corrupción, que es endémica y que todos somos responsables de ella. Que todos la repudiamos, pero que crece.
Que elocuentes datos, que vergüenza nacional destacarnos por corruptos; que dispareja competencia con el mundo significa el acarrear este lastre financiero. La corrupción parece arraigarse en nuestra idiosincrasia, parece ser parte de nosotros. ¿Cuántas campañas políticas recuerda usted?, en todas las esferas políticas, en todas las instancias; en todos los niveles de gobierno. ¿En cuál de ellas escuchó que se combatiría la corrupción, que se prometía la NO CORRUPCIÓN? Yo recuerdo varias presidenciales, otras tantas por la gubernatura de mi estado y de otras, en entidades vecinas, o en estados donde he laborado. Recuerdo muchas municipales y de aspirantes a legisladores que buscaban el voto. Recuerdo también repetirse la promesa de erradicar la corrupción.
He reflexionado estos días, desde que escuche las frases y los datos, que referí en los primeros párrafos. Me he cuestionado ¿son los políticos los cínicos que nos ofrecen, una y otra vez (en cada campaña), lo mismo sin cumplirlo? ¿Son ellos los que ponen el dedo en la llaga nacional y solo sangramos en silencio? Y concluyo: Somos entonces cómplices mudos y ciegos de la corrupción cabalgante, que nos denigra como sociedad y que nos evidencia por nuestros gobiernos. Elegimos año tras años a corruptos y no somos capaces de revocarles el mandato.
¿Cuántas campañas faltan, con ofrecimientos de NO CORRUPCIÓN, para que reaccionemos? ¿Tenemos los gobiernos y los gobernantes que nos merecemos? Debemos despertar del letargo. Así como en Coahuila la sociedad empieza a organizarse y los ciudadanos dejan su zona de confort (esa donde el hambre de justicia los hace valientes ante el corrupto y el soberbio). Así en el país, en cada Región y sitio, debe surgir la sociedad, organizada e inconforme, y levantar la voz.
La corrupción se ha enquistado en casi todo: en instituciones nacionales y en los partidos políticos, en las iglesias y comunidades religiosas, en corporaciones policiacas y en gremios profesionales, en las empresas y en los comercios. La política parece ser el receptáculo del problema, quizás, de allí parta todo. La ética política se ha soslayado. La honestidad ya no es privilegio de candidaturas ni requisito insalvable para candidatos. Pero sigo pensando que la política no es en sí misma la corrupta, son los políticos (muchos, pero no todos), los que erraron el rumbo o encontraron cobijo a sus ambiciones espurias, en la corrupción.
Debemos cuidar a la política: sanearla y no perimir ya promesas que nos engañen ni corruptos que prometan. A los cargos públicos debe llegar gente honesta, probada. La ratificación, la rendición de cuentas, la revocación del mandato, el desafuero, y el juicio implacable al político corrupto, deben ser caminos sin retorno; ejercicios de fácil acceso y de continua aplicación. Las propiedades adquiridas por corrupción y por complicidades, por regalos aviesos, adquiridas con dinero robado al gobierno y al pueblo, deben requisarse y regresarse a la entidad a la que se esquilmó. Ya no basta con correr, cesar o dar salidas baratas al corrupto. Que el dinero se regrese a la sociedad y lo administren personas honorables.
“No corrupción”, promesa de campañas. Usemos el poder del pueblo. Sin excepciones, hagamos cumplir lo prometido.

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