Hace una semana presentamos el libro de Víctor González Avelar, “Realismo Mágico”, publicado por la Universidad Autónoma de Coahuila. Fui invitado por el autor a comentarlo, acompañado de Tere Vale y Nicolás Alvarado.

En la presentación hice los siguientes comentarios. Nací en el semidesierto lagunero, así que carezco de la imaginación para concebir el bestiario que en su obra nos ofrece Víctor. Ya que cada una de las bestias está dibujada con hojas, o con plumas. No sé si son hojas o plumas o “plumhojas”, para mi mente de ingeniero es difícil lograr un acercamiento con este tipo de arte. Las observo con cuidado y algunas son hojas perfectas, pero me parecen que otras son plumas, así que las llamaré “plumhojas”.

Desde niño conozco liebres, buitres, zopilotes, murciélagos, golondrinas, abejas, grillos, caballos, búhos, gatos, lagartijas, coyotes y palomas. De ellos me impactaban diferentes cosas, pero imaginármelas plasmadas con plumhojas: ¡imposible!

Por ejemplo, al observar las lagartijas, lo más que noté, debo confesar, es que su piel está constituida por escamas diminutas, rugosas y de colorido variable entre matices pardos o verdosos ¿Cómo imaginar a la lagartija de arena (Uma exsul) de las Dunas de Bilbao en Viesca formada con hojas? Definitivo, en mi imaginación nunca estaba ponerles hojas, don Víctor lo hizo posible.

En nuestro semidesierto lagunero, el tamaño de las hojas de los mezquites, las gobernadoras, los chaparros prietos, el hojasen, los guajillos, los alarones, o los de las cactáceas, no me da para concebir una “Liebre de La Laguna”, así como la pinta González Avelar. La liebre va en carrera, evidentemente asustada, según lo delata la expresión de su rostro, tal vez huyendo de un depredador, o para sacudirse las plumhojas con que nuestro artista la adornó. Confieso que esa “liebre” de piel hojeada me cautivó, es una obra de una gran creatividad. La primera vez que tuve frente a mis ojos un cuadro del autor, sufrí una transfusión cerebral y a la vez me complací porque el corazón tiene derecho a que lo sorprendan. Víctor sorprendió el mío.

Creo que la explicación de la creatividad de González Avelar más que buscarla en el exterior hay que hurgarla en su interior, es en cierto modo otra manera de preservar la existencia de su bestiario. Lo que el pintor nos muestra es que estos animales reciben partes de la flora que la naturaleza nos proporciona, pero a la vez, en cada dibujo deja una cierta porción invariante, ya sea la cabeza o las pezuñas.

Finalmente, imaginarse el “Caballo en Paila”, que dibuja el maestro es de una creatividad, impactante y admirable. Así como lo vemos en la naturaleza, de repente nos encontramos ante un espectáculo que parece venir de la nada, el “Caballo de Paila” parece que salió de la nada. Así como todas las cosas de este mundo se van, y se reducen a nada. Paila, Coahuila, es un lugar sin vegetación, con hojas grandes a su alrededor; su flora es xerófita, casi toda de hojas minúsculas o con espinas, está en pleno semidesierto, justo donde los sonidos no interrumpen, acompañan.

¿Cómo imaginar un caballo como el que pinta Víctor en los alrededores de Paila? La llanura que circunda Paila está limitada por la sierra de Parras, al sur; al oriente por el Cerro de Marte que tiene forma de hiperboloide truncado, como bien los dibuja Víctor, al norte a la distancia por la sierra de Paila, la que se aprecia borrosa, y al poniente por el inmenso vaso seco de la Laguna de Mayrán, donde desembocaba el Río Nazas. Esto solo es posible porque Víctor se aparta de los cánones de la pintura, lo cual de ninguna manera significa que se aparte de ella, de una mera expresión de la realidad. Él adopta su propia forma, misma que le dicta su creatividad, propone un nuevo camino. Como sostiene Bertolt Brecht: “…la esencia del arte está en la simplicidad, en la grandeza y en la sensibilidad”.

Víctor es de una sensibilidad única, desarrollada tal vez después de recorrer tantos kilómetros en los polvorientos y secos caminos, bajo el sol del semidesierto lagunero. Tal vez eso provocó la inspiración de Víctor para legarnos su realismo mágico. Mientras tanto, dejo para la imaginación de ustedes una libre pintada utilizando hojas de gobernadora, o bien, hojas de lechuguilla.

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