Una opinión, una verdad
Mentes brutas consienten el aborto
Redacción: Kevin Jared Martínez Márquez
No debería nombrarse «aborto», sino «matar a tu hijo» o «descuartizar a tu hijo». Desde el preciso momento en el que una pareja de humanos piensa en concebir un retoño, desde ese instante en la vida; ese retoño comienza a existir.
Peor aún, e inaceptable: cuando esos humanos denominan al retoño “accidente” o “error”. Siento un pleno repudio hacia esos «padres adolescentes» que establecen un desconocimiento de lo sucedido, es decir, que niegan saber algo sobre los actos sexuales; o mejor dicho, que niegan saber algo sobre sus actos irresponsables y brutos.
No nos hagamos tontos, puesto que no lo somos. Desde mi perspectiva personal, siendo yo un estudiante de enseñanza elemental, ya sabía casi todo acerca de los actos sexuales, así también, tenía un conocimiento suficiente ante el proceso de embarazo en la mujer. Todo ello lo aprendí en el aula; por parte del maestro, puesto que en mi hogar nunca se ha hablado de tales temas. Y yo nunca he sido una mente bruta, jamás.
“¡No sabía que iba a quedar embarazada!”, mención pobre y típica por parte de un adolescente. Todo se sabe, absolutamente todo. No somos tontos. Algunos se disfrazan de tontos.
Durante el año 2011, en México, acontecieron más de 870 mil abortos. Es decir, más de 870 mil padres consintieron las matanzas de sus hijos. ¡Qué terrible!
Hace tiempo, sintonicé un programa televisivo en el que un experto detallaba que el aborto era un suceso atroz e inhumano. En esa misma sintonización, apareció una videograbación de un retoño dentro del vientre de su madre… En eso, apareció un instrumento puntiagudo que comenzó a picotear al pequeño por todas partes. El pequeño sólo abrió su diminuta boca para pedir auxilio.
“¡Mamá!”, tal vez gritó el retoño.
“¡Mamá, ayúdame!”, tal vez gritó su corazón.
Lamentable, sin duda, es el hecho de que el aborto, en algunas partes del mundo, sea legal. Lamentable es que sea visto como un salvoconducto para no dañar la vida de la madre. Realmente, jamás será legal. El aborto nunca será tolerado por Dios. Sólo el mismísimo demonio tolera algo así.
“Pero yo siento que hoy en día el mayor destructor de la paz es el aborto, porque es una guerra en contra del niño, la muerte directa de un niño inocente, asesinado por la propia madre. Y si aceptamos que una madre puede matar hasta a su propio hijo, ¿cómo podemos decirle a otras gentes que no se maten unos a otros? ¿Cómo persuadimos a una mujer de que no se haga un aborto? Como siempre, debemos persuadirla con amor y debemos recordarnos a nosotros mismos que amor significa estar dispuestos a dar hasta que duela. Jesús dio hasta su vida para amarnos. Así, la madre que está pensando en el aborto, debe ser ayudada a amar, eso es, dar hasta que duela sus planes, o su tiempo libre, para respetar la vida de su hijo. El padre de ese hijo, quien quiera que sea, también debe dar hasta que duela. Mediante el aborto la madre no aprende a amar, sino que mata hasta a su propio hijo para resolver sus problemas. Y, mediante el aborto, se le dice al padre que no tiene que tomar ninguna responsabilidad con el niño que ha traído al mundo. El padre probablemente ponga a otras mujeres en el mismo problema. De manera que el aborto solo conduce a más abortos. Cualquier país que acepte el aborto no está enseñando a su gente a amar, sino a que use cualquier violencia para conseguir lo que quieren. Es por eso que el mayor destructor del amor y la paz es el aborto”, estableció la Madre Teresa de Calcuta, en uno de sus más emotivos discursos. “En el último día, Jesús dirá a los que están a su derecha: «Vengan, entren al Reino. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste». Luego, Jesús les dirá a los que están a su izquierda: «Apártense de mí, porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve enfermo y no me visitaron». Ellos le preguntarán: «¿Cuándo te vimos hambriento, o sediento o enfermo y no te ayudamos?». Jesús les responderá: «Lo que dejaron de hacer por uno de éstos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí»”.
Ésta fue sólo una opinión, posiblemente, una verdad.
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