Somnolencia social
“Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.” Antonio Machado

Max despertó a las 6 am, raro en él pues generalmente se entrega al amanecer tiempo después, volteo y observo la silueta de su mujer, con el pasar de los años la belleza de su mujer no dejaba de anonadarlo, lo hacía sentir el hombre más afortunado del mundo, aún con esa felicidad interminable, sintió un vacío en su interior, algo le consternaba.
Se paró de la cama y se dirigió al baño, se miró frente al espejo, se veía completo, se sonrío, el error un día anterior en la oficina, le causaba algo de frustración, sabía que era algo menor, pero fue un error infantil e inmaduro y tardaría en perdonarse por ello, el perfeccionismo lo frustraba y trabaja en ello para no ser así, para saber que ni él ni nadie lo pueden todo.
Entraron en él unas ganas infinitas de escribir, se sintió ingobernable, fue al ático para continuar con ese poema interminable del cual se inspiraba recordando un antiguo amor de secundaria (situación que su esposa evidentemente desconocía), escribió unos versos:
No te pierdas en el placer,
en el gusto animal superfluo,
en la oscuridad de la miseria.
La sombra te envuelve, no completamente,
no caigas en el limbo de la desconfianza,
de la inseguridad ajena y en la desesperanza.
No te pierdas mujer pez,
en las olas abismales del infierno,
navega hacia la claridad del zenit,
alcanza el infinito distante.

Se sintió satisfecho por escribir esas líneas, ampliar su intento de poesía, pero se encontraba inquieto todavía. Tomó dirección hacia el pequeño gimnasio de su casa, subió a la caminadora y prendió la televisión, observando las noticias, descubrió qué le inquietaba, la nostalgia social al ver los problemas de su mundo: violencia, pobreza, mítines, desesperanza, pero sobre todo, desunión.
Se preguntó cuál sería la causa de ello, después de dar vueltas en su cabeza llegó a la conclusión que el ser humano era la raíz del problema, se convenció de que la violencia directa traducida en delitos y en catástrofes humanas, sólo era lo que podíamos observar, el verdadero origen de esa violencia se encontraba en nuestra mentalidad, en esa violencia indirecta que no observamos, en el racismo, la xenofobia, la crítica infundada y el odio. Descubrió que él también había sido causa en algunas ocasiones de generar esos inconvenientes, aunque se consideraba un buen hombre sabía que la maldad no era totalmente ajena a su actuar cotidiano.
Después de un rato de seguir sudando, tomó una ducha, se arregló, se despidió con un beso a su mujer, abrazo a sus dos hijos, y se dirigió optimista a su trabajo, convencido de que al hacer correctamente las cosas aportaría un grano de arena al bienestar social, se juró luchar día a día por un mejor futuro para sus descendientes, lamentablemente no todos pensaban así en el mundo real al que se dirigía…
RECOMENDACIÓN SEMANAL: Poema “Si” de Rudyar Kipling.
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