MI OPINION.
Adrián Garza Pérez
agpconsultor@gmail.com
Las barbas del vecino…
El efecto bronco no es asunto menor. Aun sin pretenderlo, lo sucedido en los últimos tres meses en casa de nuestros vecinos neoleoneses, significa un “laboratorio nacional democrático electoral”. Las conciencias se agitaron, los corazones se ilusionaron, los ánimos se encresparon; el hartazgo social y las heridas del pueblo, sangraron suficiente para convertirse en un río de repudio, de desafío político; sin medir consecuencias. La corrupción y el cinismo, detonaron el cambio.
Se cimbró la catedral empresarial, se cuarteó el edificio institucional, se desquebrajó el equilibrio de las fuerzas. Un plebeyo cabalgó seguro y con él, cabalgaron adelitas y valientes. Muchos jóvenes sintieron que los jalaban, que los despertaban de su modorra; respondieron todos al grito de guerra: desafiar al sistema, desalojar a los corruptos, desmantelar la soberbia del gobierno, y con toda la fuerza de los votos de la dignidad, desenquistar esta infamia política, facilitada con la complicidad de los medios.
Un bronco sacudió las conciencias. El Bronco vistió de gloria a su gente… regresó la esperanza.
Hay una gran lección para quien quiera leerla, hay una moraleja para quien tenga la humildad de entenderla. Son lecturas densas que escapan a ojos miopes y a corazones viles. Los partidos urgen restructura de propósitos y enmendar el terreno. Los gobernantes soberbios y ladrones, están condenados al juicio social que los ve en la cárcel pagando sus delitos, expiando sus pecados, esos tan graves como la deslealtad y el mal agradecimiento. Robar a tu pobre pueblo es tanto como patear tu pesebre, como atreverte a golpear el rostro de tu dios; ese ser supremo a quien temas, o debas temer.
“Las barbas de tu vecino cortar, las tuyas a remojar”…
Gobiernos déspotas e insensibles, ladrones y mentirosos, estarán en capilla más temprano que tarde. Caerán con ellos, sus lacayos y serviles, sus cómplices y componendas. Irán al juicio de la sociedad, todos los ultrajadores del sueño mexicano, ese de una patria pura y un paraíso en la tierra. No basta con robar el dinero y el patrimonio para ser juzgado con severidad, el arrebatar la esperanza y el ánimo al pueblo, son pecados capitales que se pagan con cuerpo.
“De políticos y cosas peores”, de esos que denigran el oficio de la política y que han hecho de la ética, una exigua moral humana, en peligro de extinción. No, no todo está perdido, una fuerte oleada de esperanza flota en un caudaloso mar de aire puro, y refresca las ideas, y ventila las amarguras sociales, y sacude a los malosos enfundados en el poder, derrumbándolos de su cómoda silla; y todo gracias a un bronco en el patio del vecino, que abrió de tajo la ventana.
Los miopes no aciertan a ver lo que está frente a sus ojos, pero los ciegos políticos no verán ni lejos ni cerca, no sentirán porque para hacerlo ha menester poseer corazón, y ejercitarlo en el amor a su pueblo, y en el cariño de su gente. Habría de ser amado un gobernante para que su nobleza de propósitos y su trabajo decente, le merecieran esa categoría. No verá el daño que hace, no sentirá remordimiento por sus excesos, pero tampoco advertirá el tropel de la raza, que agraviada y enferma de odio acumulado y de sed y hambre, lo arrollará sin piedad; y lo dejará tirado en el lodo del camino, dándole el merecido trato que reciben aquellos asesinos de sueños, y remedos de cobarde.
México ha cambiado y muchos empoderados no lo han notado. Es otro el país y ha madurado el pueblo, los gobernantes que debieron velar su sueño, hoy ni estando despiertos compondrán el entuerto. Actos de contrición política urgen los ignominosos y los resueltos, las máscaras que disimulaban su verdadero rostro, están en el suelo. Descubiertos los flancos serán ahora silueta en el horizonte, mostrando el pecho al arquero del pueblo, que acomoda su flecha y afina la puntería.
Las barbas a remojar porque al vecino las acaban de cortar.






