OPINION.
Adrián Garza Pérez
agpconsultor@gmail.com
Acuña. CONAGUA advirtió.
¿Pudo evitarse o preverse la tragedia de Cd. Acuña? Según la acertada y seria meteoróloga, que hace honor a su apellido, Guadalupe Gallo, encargada del departamento de meteorología de CONAGUA, ella advirtió el meteoro, advirtiendo a la subsecretaría de protección Civil del gobierno de Coahuila; y según trascendió, ésta área (PC) también advirtió a la secretaría de gobierno, de la que depende, y a la oficina del gobernador; ¿lo hicieron al Consejo Estatal de Protección Civil y al alcalde de Acuña, el udecista Lenin Pérez? Conozco a Paquín y es gente seria, pero tiene jefes negligentes.
Cuando hay muertes evitables el asunto se torna grave. El periodista Javier Alatorre conductor del noticiero estelar de la empresa TV Azteca, en varias ocasiones, desde el lugar del desastre (Cd. Acuña), el mismo día del tornado, cuestionó, con agudeza y suspicacia, “que si se pudo evitar el desastre; que si alguien debió advertir a la población de la llegada del tornado, y con ello, evitar las catorce muertes, los cuantiosos daños; el miedo y la desolación”.
El vecino estado de Texas tenía varios días alertando a rancheros y a poblaciones de la llegada de tormentas y fenómenos climatológicos riesgosos, incluyendo la posibilidad de tornados; acá en estas tierras, de este lado de la frontera, no recibimos alerta alguna. CONAGUA debió superar los memorándums internos, los correos institucionales e ir a los medios y alertar a la población. Una alerta seria y prudente evita daños y no alarma a la población; pero la ayuda a protegerse.
El Gobierno del Estado con sus áreas responsables, garante por ley de la seguridad física y patrimonial de la gente, no actuó a tiempo. Tenían programada una reunión estatal de protección civil para el fin de semana, lo que explica la inacción. No se dieron por enterados o pecaron de confiados y de irresponsables. Esas muertes estarán en su conciencia política.
Seis segundos de tornado bastaron para quitar la vida a 14 personas, para desparecer a otras, para dañar miles de casas, de autos, de enceres y posesiones. Morir dormido es muerte deseada, y así, dormidos, sorprendió el huracán a la gente noble de Acuña. Eran las primeras horas de la mañana, solo los madrugadores, los obreros y maquiladores, se fueron temprano, y salvaron sus vidas; algunos perecieron dentro de sus carros. Muchos despertaron violentamente ante los cristalazos en sus ventanas y ante la caída de techos o el “volar de sus vehículos”, que quedaron muchos, depositados como adorno terrorífico, en las fachadas de su viviendas pobres, o en los techos vecinos.
Muchas historias de padres salvando a sus hijos, protegiéndolos de la naturaleza furiosa con sus cuerpos frágiles, hemos oído contar, o visto en los noticieros. No actos de heroísmo, solo actos de paternidad responsable ante la desgracia y la furia del destino. “Señor, detén la furia, protege a tus hijos que te aman; salva a mi familia”, así oraba el pueblo creyente y sencillo de Acuña, así rezaba a su Dios; en medio de ráfagas de viento, de ruidos estrepitosos que anunciaban muerte.
El calentamiento global, tema recurrente y enfadoso que ignoran los gobiernos y los pueblos, es quizá la explicación de estos fenómenos deplorables, que dañan todo a su paso; en segundos de muerte y aniquilación. La omisión ante la realidad, no es justificación, y es sancionada por la ley. Coahuila no es zona de tornados. No era.
¿Cómo enfrentará el gobierno del estado el costo de la reconstrucción, si no hay ni para sueldos? Tendrá que recargarse en el gobierno federal, haciéndole “la cuenta gorda”. Ya declararon zona de desastre, el presidente viajó a Acuña, pernoctó para iniciar un reconocimiento de los daños en la mañana temprano; llegó ya casi con la caída de la noche a tierras norteñas y poco pudo apreciar en directo. Dedicó su tiempo a trabajar en la estrategia y el recuento de los daños. Amaneció Peña Nieto recorriendo la zona más dañada, estrechando manos callosas, las de la gente laboriosa de acá. Con el presidente llegaron secretarios y directores de áreas estratégicas; el apoyo federal oportuno salvará a la población acúñense. El pueblo sabe que el gobierno federal actuó rápido y solidario; es su obligación, pero lo hizo bien.
El tornado azotó la tierra fronteriza de Coahuila a las cinco de la mañana. Los primeros datos y manifestaciones del gobierno estatal fueron después de las nueve, parecía que ocultaban el hecho, que ignoraban el saldo fatal, o pensaban que el pueblo coahuilense no se enteraría. No evacuaron, no alertaron, y ello costó vidas. El periodista Milton Martínez Galindo tuiteaba de “muertes extraoficiales” cerca de las diez de la mañana; el único valiente.
El gobernador llegó a Cd. Acuña cerca de medio día (en jet se hace menos de una hora)… ¡Asumió el desastre!






