MI OPINION. 
Adrián Garza Pérez
agpconsultor@gmail.com
Gobernados por “el Bronco”.
El bronco, empezó siendo el apodo de un ingeniero agrónomo, de origen campesino, que luego de años de militancia, de escalafón y de cargos de dirigencia y de elección popular, se harta de las puertas cerradas y rompe con el PRI y con el gobierno. Fue transformándose, de un candidato independiente más, en un abanderado de las frustraciones populares. Luego, devino en caudillo, en uno que dirige el ánimo social en pos de una emancipación política; y hoy, es el artífice de un paradigma que agita fuerte el estado de las cosas en Nuevo León, al grado de dictar nuevas reglas del juego Electoral.
El Bronco de hoy tiene nombre y apellido, es Jaime Eliodoro Rodríguez Calderón, y puede gobernar al estado de Nuevo León, por los próximos seis años calendario.
El Bronco, en cierta medida, ya gobierna Nuevo León, lo hace desde la calle, a caballo y con frases directas, algunas fuertes y maldicientes, lo gobierna electoralmente. Pero que no se sorprenda nadie o se haga la victima “del zapatista que desde el sur o desde el agrarismo violenta su modorra empresarial”. En el norte somos de a caballo, siempre lo hemos sido; en México todas las familias, somos y hemos sido de a caballo. 
La elite empresarial es de a caballo, los elegantes hípicos de Gastón Santos o de Alfonso Romo, son de caballos iguales a los del Bronco; solo que él si ve a sus caballos, los cepilla y acicala, los soba y calma, y los empresarios, solo los montan los días previos a las competencias de alcurnia o los días de cruda por la disipación de la noche anterior, dando alguna desgarbada vuelta al cortijo, antes del primer clamato. 
Las campañas de los partidos y candidatos por la gubernatura ya no llevan el mismo ritmo ni son lo que eran. El efecto bronco, hizo que el resto de los competidores, al sentirse rezagados,  dedicarán sus esfuerzos a frenar al Bronco, a mermar su ventaja; a denostarlo incluso, ahí gastan sus recursos y dirigen sus empeños. El Bronco gobierna Nuevo León, desde ahora, cuando menos en lo electoral.
A dos semanas de la elección, el problema ya no es el Bronco sino la raza bronca que lo hace fuerte. ¿De qué más pueden acusar al Bronco; de montar mal a caballo? Ya superó las pruebas del golpeteo, ya marcó el rumbo de la elección, ya es puntero hasta en las encuestas ajenas, y es ajonjolí de todos los moles mediáticos, de columnas y editoriales.
De última hora y como inercia del efecto ganador, el exgobernador Fernando Elizondo Barragán, declina su candidatura y se suma al Bronco. Ambos competidores tiene en común la cerrazón de sus partidos que inhibieron su crecimiento político, por lo que no es extraña está realidad. Jaime dejó al PRI y a su infranqueable bloque gobernante, Elizondo dejó al PAN y a su club de amigos. Son ahora fórmula de éxito. Suman, el liderazgo, carácter firme y popularidad de Jaime, y la solvencia moral, la ecuanimidad y la expertiz de Fernando. Una fórmula, igual a gobierno.
Ganar la elección es el reto bronco; la organización electoral es su desafío mayor. Su raza gritona tiene que callar y hacerlo fuerte en el terreno: salir a votar, movilizar a sus votantes y cuidarle las casillas. Amalgamar las estructuras broncas y las de Elizondo, para preparar una conjunta estrategia electoral, debe ocupar sus mentes y corazones a partir de ahora; sin egoísmos, sin protagonismos, sin filtraciones. El ánimo de la raza y del empresariado, ahora en una solo paquete, no deben decaer, en esta última etapa; en esta recta final, decisiva y crucial. 
Un fraude electoral sería a estas alturas un riesgoso atrevimiento político del gobierno o del panismo. El Bronco puede perder, o no ganar, que es casi lo mismo, pero no es igual. Si pierde pataleará pero sin efectos mayores, pero si se la arrebatan, habrá un incendio. Más vale perder a la joya de la corona electoral, que perder el control del respetable en la catedral empresarial.
Las candidaturas independientes son ya una realidad electoral. Son aire fresco para el viciado ánimo social, son acicate que reanima la política. Desde los partidos se agotó la representatividad y se hartó a la gente. 
El Bronco inaugura una opción política, ganar desde la calle, y gobernar desde la sociedad.

              
 




