Mi OPINION.
Adrián Garza Pérez
agpconsultor@gmail.com
“De política y cosas peores”.
¿Por qué un hombre culto y de familia, cronista, periodista e historiador, un hombre bueno, un profesional; llama a su columna estrella, de entre tantas que tiene, de entre muchas que escribe, publica y reseña, diariamente y por tantos años, para tantos diarios: “de política y cosas peores”? Sí, don Armando Fuentes Aguirre, Catón, apodó a su columna insigne con ese nombre, que por sí mismo, anuncia su opinión de esta actividad, consustancial al hombre; de esta, tan antigua y útil y hasta necesaria vocación de algunos, de esta socavada actividad humana, que por dios, alguien tiene que ejercer.
No hay opción sustitutiva de ella. La política es un ejercicio profesional diseñado desde siglos para beneficio de los demás. Somos los hombres quienes torcemos las cosas, nuestros intereses particulares y el juego del poder alrededor de la política, la pervierte, solo en sus episodios temporales. Nadie puede manchar a la política en sí misma. Quienes sin escrúpulos, o por tenerlos en demasía, enlodan un momento y se alejan del dogma esencial, hacen daño a esta actividad excelsa, y no, perdóneme don Catón, no estoy de acuerdo; defiendo la política por lo que es, nunca por lo que los hombres hemos hecho en su nombre. Pero don Armando, claro que hay cosas peores: están los malos políticos (los ladrones, los mentirosos, los ególatras); están los improvisados, que ni idea tienen de este oficio honorable; del servir sin servirse.
Están los malos periodistas que solapan al poder y lo complacen, que rabia da esta clase de plumas de arrabal, al servicio de burócratas del fango político. Y, que me dice de los que sí saben, y porque saben, se alejan del sentido comunitario y toman caminos de placer, de particular afán beneficiario. Y aquellos perversos, que usan a la apolítica como refugio de criminales, porque, es un crimen usar el dinero y los emolumentos del pueblo para servir mesas ajenas. Y los chiflados, y los cobardes, y los pérfidos y maldicientes, que ven en la política manjares que degustar, a costillas del pueblo. Si hay cosas peores, pero la política no don Armando; la política, es catedral de salmos puros, secuestrada por extraños.
Las cosas peores son las rémoras del poder: los ciudadanos cómplices, los agachones y los polizones, los conformistas y los enquistados. Los poderes facticos que complican el sano ejercicio de la política, que la corrompe, porque es convenenciera en la actitud del hombre, que la procura para su vicio y beneficio. Familias y tribus, dinastías y linajes, gobiernos y dictaduras; generación de las cosas y degeneración de la razón de las cosas. Esa es nuestra historia en suma. Pero el remedio es regresar al principio, al fondo y origen de las cosas. Los gobiernos de la gente, pero, y solo para la gente. No populistas ni populares, solo del pueblo.
La verdad, don Armando, ahí estriba el secreto, estará usted de acuerdo conmigo. Esa escasa joya, esa preciada bandera social, esa simple y ausente premisa humana. La verdad hará la diferencia, la verdad es el camino cierto a la libertad, y a la vida, que es muerte; para vivir. Política y verdad, son sinónimos estimado Catón. Quien hace otra cosa porque siente y piensa otra cosa; o peor aún, porque es enemigo de su propio pensamiento y de su corazón, peca al decir que hace política. Mire, es como la amistad, en esta vida mundana, ya a cualquier cosa le llamamos amistad; y no, esta, es vocación sagrada; también. Política y amistad, fe y verdad; no son soliloquio para una vida ilustre, son simple practica de vida.
Usted que es periodista bueno, dígame Armando ¿coincide conmigo en que andamos mal, tanto que perdimos la fe en la política? Hay que empeñarnos en corregir el rumbo, en dar golpes de timón, no basta con uno; esta expresión supone que con un manotazo firme al timón, el barco regresará de tajo al mar sereno y fiel; pero no es tan fácil, son tantos años de errar, son tantos yerros que enmendar, son tantos vicios que frenar. Pero se puede; por nosotros mismos, por nuestro presente y futuro, por el pasado ominoso, por un mañana con verdad; se debe.
Corrupción, complicidad, marrullería, simulación: de la empresa y el comercio, del sindicato y el gremio, de la sociedad y las cámaras, del gobierno y los partidos, de los medios de comunicación y de la comunicación social, de la iglesia y los ministerios; son desviaciones que ensucian a la política, y promueven cosas peores. Sedición si fuese necesario, el pueblo al rescate del pueblo, dignificar la política es mérito social. Hay apóstoles en la política que tenemos que rescatar, hay mercenarios apoderándose de la política, que son un cáncer que debemos extirpar. Hay una noble tarea social y de gobierno, que hay que privilegiar.
“De políticos y cosas peores”, eso sí es válido don Armando; pero como denuncia social.